viernes, 3 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 21

 –El motivo por el que Pedro está aquí es que queremos contarte…


Olivia los miró a ambos con sus grandes ojos verdes.


–El caso es que… Bueno, resulta que…


–Soy tu padre, Olivia.


La voz de Pedro inundó la pequeña habitación, sonó más alta y agresiva de lo que él había pretendido. Los ojos de la niña se dilataron con sorpresa y Paula la abrazó, en los de ella había enfado.


–¡Pedro!


–¿Qué? –preguntó él–. La niña tiene que saberlo.


Lo que él había querido había sido retomar el control de la situación, que no se le presentase como al malo de la historia, pero, al parecer, esto último era lo que había conseguido. La niña se había aferrado todavía más a su madre, que la mecía suavemente, como queriendo consolarla, pero entonces Olivia se zafó de ella, lo miró fijamente y se metió un mechón de pelo detrás de la oreja. El gesto era tan parecido al que hacía Paula que Pedro se quedó sin respiración.


–¿Es verdad, mamá? –preguntó la pequeña, que, al parecer, desconfiaba de él tanto como su madre.


–Sí, cariño. Yo quería habértelo dicho con más suavidad, pero Pedro es tu papá.


Olivia metió los dedos en el pelo de Paula.


–¿Y va a venir a vivir aquí, con nosotras y con Florencia?


–¡No! –respondieron al unísono Paula y Pedro.


–Pedro vive en Grecia, de donde yo vengo.


–¿Con mi abuelo?


–Bueno, más o menos…


–¿Y también está muy triste por la muerte del abuelo?


–Umm… Te voy a decir una cosa. ¿Por qué no vas a vestirte? Después desayunaremos los tres juntos y hablaremos de todo. ¿Qué te parece?


Olivia acababa de salir de la habitación cuando Paula se giró hacia Pedro.


–¿Por qué has hecho eso? –le espetó–. Habíamos acordado contárselo poco a poco, no así.


–Estabas tardando demasiado.


–¡Demasiado! ¡Si no hace ni dos minutos que hemos llegado a casa!


–Bueno, pues ya está hecho. Y parece que la niña está bien.


–¿Y tú qué sabes?


–Sé que necesita que le digan la verdad. La has engañado durante demasiado tiempo.


–No la he engañado, la he protegido.


–A mí no me vengas con esos cuentos. Solo te estabas protegiendo a tí misma. Ha llegado el momento de que la niña aprenda valores, no mentiras.


–¿Cómo te atreves a criticar el modo en que educo a mi hija?


–También es mi hija, Paula, que no se te olvide.


–¡Ya estoy aquí!


Olivia volvió a aparecer en la puerta. Se había puesto una camiseta, una especie de falda rosa y unas botas rojas.


–Bien hecho, cariño –respondió Paula, girándose a sonreírle–. ¿Qué te apetece desayunar?


–Tengo una idea mejor.


De repente, Pedro se sintió desesperado por salir de allí.


–¿Por qué no las invito a desayunar fuera?


–¡Sí! –gritó la niña–. ¿Podré tomarme un donut?


–Por supuesto que sí. Todos los que quieras.


Olivia dejó de mirarlo a él para mirar a su madre con incredulidad. Y sonrió al ver que Paula guardaba silencio. Pedro respiró aliviado. Había ganado el primer asalto gracias al donut. Tal vez fuese solo una pequeña victoria, pero le hizo sentirse bien.

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