viernes, 25 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 67

La noche inaugural del Newcastle Chaves estaba saliendo tal y como estaba planeado.  Pedro sabía que Paula había cuidado cada detalle y suponía que debía de estar encantada. El hotel estaba lleno de gente y él había recibido muchas felicitaciones por la decoración, el lujo de las habitaciones y la amabilidad y eficiencia de los empleados. Y por la comida. También habían alabado la comida. Paula y su equipo habían decorado el comedor con mucho estilo y se había convertido en el lugar más acogedor del hotel. Miguel no dejaba de sonreír. Era evidente que estaba encantado y Pedro se alegraba por ello. Sabía que Paula también. Entonces, ¿Por qué él no sonreía también? Miró a Paula una vez más. Llevaba un vestido negro de encaje y unos zapatos de tacón que resaltaban sus piernas. El vestido se amoldaba a las curvas de su cuerpo y, al verla por primera vez, él no pudo evitar que se le secara la boca y que un fuerte dolor se instalara en su interior. Pero no era su belleza lo que había cautivado a los clientes. Era su amabilidad. Y era evidente que su objetivo prioritario para aquella noche era que los clientes disfrutaran. Cada vez que se movía, ella transmitía su encanto y cordialidad. A todos excepto a él. Pedro se había dirigido a ella en dos ocasiones para decirle lo bien que había quedado el restaurante y el extraordinario trabajo que había hecho. Ella le había dado las gracias y había seguido su camino. Su distanciamiento era exasperante. Él echaba de menos sus bromas, sus comentarios. Su entusiasmo. Echaba de menos vivir con ella. «Tú fuiste el idiota que se marchó del departamento». Tenía que hacerlo. Miguel lo llamó para que se acercara a su mesa. Acudió enseguida.


–¿Dónde están tus compañeros de mesa? –le preguntó al ver la mesa vacía.


–Me han abandonado para probar las delicias del bar. Han dicho que dentro de una hora regresarán para darme su opinión. Siéntate –le ordenó, al mismo tiempo que llamaba a un camarero–. Champán, por favor. Este –dijo, señalando la botella más cara de la carta de vinos.


–Muy bien, señor Chaves.


–¿Y podría decirle a mi hija que me gustaría verla?


–Sí, señor.


Paula estaba en el centro del comedor cuando el camarero se acercó a hablar con ella. Se volvió para mirar a Miguel y, al ver que también estaba Pedro, su sonrisa se borró un instante de su rostro. Él sintió que se le encogía el corazón. Ella se encaminó hacia ellos, pero se detuvo varias veces para hablar con las personas que se acercaban para felicitarla.


–¿No te parece que mi hija está preciosa?


¡Estaba despampanante! Pedro hizo un esfuerzo para mirar a su jefe y dijo:


–Es una mujer especial, Miguel. Ha hecho un gran trabajo aquí. Tienes verdaderos motivos para sentirte orgulloso de ella.


–Sí –frunció el ceño–. ¿Y qué diablos ha sucedido entre ustedes dos? ¿Qué le has hecho?


–¿Qué le he...?


Ambos es callaron cuando el camarero les llevó el champán. Y después llegó Paula. Su padre insistió en que se sentara con ellos y aceptó. Miguel abrió la botella de champán y le entregó una copa a cada uno. 

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