miércoles, 30 de marzo de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 9

La mujer tenía unos ojos increíblemente azules, capaces de robarle el corazón al hombre más duro. Mientras la miraba, Pedro sintió que anhelaba algo a lo que ni siquiera podía ponerle nombre. De pronto ella frunció esos deliciosos labios y le hizo darse cuenta de lo grosero y desagradable que debía de haberle parecido. Él retrocedió un paso. En otra época hubiera manejado la situación con encanto y sentido del humor, haciendo todo lo posible por aplacar cualquier sentimiento nocivo. En otra época... ¿Cuándo se había puesto todo patas arriba? Cuando Valentina había empezado a gastarse dinero en maquillaje y revistas de moda... En ese momento el mundo se había vuelto del revés. Incluso había llegado a comentarle algo sobre hacerse un piercing. De pronto todo le recordaba a Brenda... Paula se puso erguida. Era de la misma estatura que Brenda, uno setenta aproximadamente, pero no era ella. No había abandonado a su familia, no les había dejado prácticamente en la ruina. No había sucumbido a las drogas de diseño de moda. Aunque representara a ese mundo frívolo de la moda al que tanto odiaba, el mismo que había destruido a Brenda, no merecía un trato tan grosero. Abrió la boca para disculparse, pero no pudo emitir palabra alguna. Ella se había cruzado de brazos y los pechos se le marcaban más que nunca contra la camiseta. Pedro se obligó a mirarla a los ojos. Ella también le miraba, con simpatía.


–¿Usted es el padre desconfiado? –sacudió la cabeza.


Él tardó un momento en asimilar lo que acababa de oír.


–Señor Alfonso, sé que esto no es asunto mío, pero... Pero creo que su hija ha entendido mal su falta de apoyo en lo que se refiere al concurso de Miss Showgirl. Cree que usted piensa que no vale para presentarse al concurso.


Pedro se puso rígido.


–Las chicas de dieciséis años pueden ser muy sensibles, poco seguras de sí mismas. Estoy segura de que no ha sido su intención socavar su autoestima, pero ese ha sido el efecto que ha tenido en ella.


–¡No me diga cómo tengo que educar a mi hija!


Paula parpadeó varias veces. 


–Yo no... Solo digo que...


–¡Bueno, no se moleste! –le dijo, gesticulando con la mano–. ¿Y qué sabe usted sobre niñas adolescentes?


–Fui una de ellas –Paula levantó la barbilla.


–¿Tiene hijos?


Ella tragó con dificultad.


–No.


–Entonces no pretenda decirme cómo ocuparme de la mía. Si creo que no es apropiado que participe en un concurso de belleza...


–¡No es solo un concurso de belleza! –exclamó Paula, sonrojándose–. Es una causa benéfica, es una oportunidad para que las chicas...


–¡Ahórreme la perorata! No quiero que Valentina participe en ese circo superficial, y quiero que usted se aleje de ella. ¿Me ha oído?


–Le he oído y los vecinos también.


Pedro hizo una mueca. Iba a tener que disculparse. Las palabras empezaron a formarse en su boca, abrió los labios...


–Valentina cree que usted piensa que no es lo bastante guapa. Lo sabe, ¿Verdad?


Pedro soltó el aliento. Su hija era preciosa. Era la luz de su vida. Tenía que saberlo. ¿Que no era guapa? Podía ganar ese concurso sin el más mínimo esfuerzo. Para él era la chica más guapa de todo... Ahuyentó ese pensamiento rápidamente. Tenía que hablar con Stevie lo antes posible. Se irguió.


–Creo que no tenemos nada más que hablar.


Ella abrió mucho los ojos. Incluso tuvo la desfachatez de ponerlos en blanco.


–Urbanita snob–masculló Pedro entre dientes.


–Paleto –le dijo ella. 

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