lunes, 14 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 50

 –¡Paula!


Llamaron a la puerta y se sobresaltó. Era Pedro. Una ola de calor la invadió por dentro y la piel de los brazos se le erizó.


–¿Tienes un momento?


Él no sonrió. Ella tragó saliva y contestó:


–Por supuesto.


–En mi despacho –él se volvió y se marchó.


Paula oyó que Luis se quejaba y lo miró.


–¿Qué?


Él negó con la cabeza.


–Creo que no debería hacer esperar al señor Alfonso, signorina Paula.


Ella recordó lo serio que estaba Pedro y asintió antes de marcharse. ¿Querría hablar con ella sobre el albergue? Trabajaba muchas horas en el hotel y tenía derecho a disfrutar de un descanso para comer. Lo que hiciera durante ese tiempo era asunto suyo.


–Antes de que me digas algo –dijo ella nada más entrar en el despacho de Pedro–, quiero que sepas que el hotel no está financiando las comidas del albergue. Únicamente me he ofrecido a preparar dos comidas a la semana, eso es todo. Y no estoy utilizando los recursos del hotel –puso una mueca–. Bueno, excepto los hojaldres que llevé hoy –alzó la barbilla–, pero eso era para un estudio de mercado –no había sido capaz de resistirse a la idea de llevarles a aquellos hombres una sorpresa.


–No te he llamado para hablar del albergue. Si crees que deberíamos apoyar alguna obra de caridad, te pediría que redactaras una propuesta y me la entregaras. Tenemos un presupuesto para ese tipo de cosas.


Pero a pesar de sus palabras, estaba tenso y su lenguaje corporal indicaba que nunca apoyaría el albergue de hombres. Paula tenía la sensación de que quizá nunca llegaría a perdonarla por lo que había sucedido.


–Pedro, quiero pedirte disculpas por lo de antes y...


Él levantó la mano para que se callara.


–De esto es de lo que yo quería hablar –le lanzó una hoja de papel.


Ella la agarró y tragó saliva.


–Ah, mi presupuesto.


Él se cruzó de brazos y arqueó una ceja. No se sentó. Ni la invitó a sentarse.


–Llevo un tiempo queriendo hablar contigo de ello –dijo Paula.


–¿Y por qué no lo has hecho?


–Quise sacar el tema el día que desapareció Silvestre, pero después no podía pensar en otra cosa que no fuera en encontrarla. Luego vino mi padre y no me pareció el momento. Uno de los motivos por los que esta mañana pasé a verte era para hablar de ello, pero acabamos en el albergue.


–Has tenido muchas oportunidades para hablarme de esto.


–¡Ese estúpido beso! –soltó–. Hizo que nuestra relación se volviera extraña. Y de pronto ya nunca estabas en el departamento.


–¡Durante el horario laboral siempre he estado disponible en mi despacho!


Eso era verdad. Ella lo miró con nerviosismo.


–Pedro, a veces eres un hombre muy agradable, pero también puedes ser un jefe que inspira temor.


Él se quedó boquiabierto.


–Aunque ahora me doy cuenta de que ha sido una tontería retrasar el momento para hablar contigo sobre este presupuesto.


–Eso no es un presupuesto, ¡Es una fantasía! –le quitó el presupuesto de las manos y lo dejó con fuerza sobre el escritorio–. ¿A qué corresponde esta partida? –le dijo señalando la hoja.


–Se destina a las mesas nuevas del comedor. Pondremos unas mesas de cristal que realcen las vistas al mar y reflejen la luz.


–No.


–¿Perdona?


–He dicho que no. No vas a comprar mesas nuevas, Paula.


–Pero...


–Puedes discutir todo lo que quieras, pero no voy a aceptar esto.


Sacó un bolígrafo del bolsillo y tachó esa línea.


–¿Y esta partida? Pone cocineros. Ya deberían estar contratados todos los empleados.


–Quiero ofrecer un servicio a la francesa.


Él la miró sin comprender.

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