miércoles, 23 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 61

Nada más abrir la puerta, Pedro comenzó a salivar. Lo que Paula estaba cocinando olía de maravilla. Ella salió de la cocina, lo miró y sonrió.


–Hola.


–¿Cómo es que vas tan elegante?


Ella pestañeó y alzó la barbilla.


–Hola, Paula, ¿Cómo te ha ido el trabajo hoy?


Su comentario provocó que Pedro se sintiera torpe y descortés.


–Lo siento.


–Además, no voy tan elegante.


Ella se encogió de hombros y él se fijó en el cuello de su blusa. No era muy pronunciado, pero dejaba sus hombros al descubierto. Su piel bronceada provocó que se le secara la boca.


–Vas más elegante de lo habitual –dijo él, y señaló la mesa que había puesto para dos–. ¿Esperas compañía?


Paula colocó las manos sobre las caderas y lo miró.


–No, no espero compañía. Las normas de la casa, ¿Recuerdas? Nada de visitas en el departamento.


Pedro se sintió aliviado. ¿No tenía una cita? ¿No esperaba a nadie? ¿Solo estarían los dos? Le resultaba difícil no mirarla. El color naranja de su blusa resaltaba el color de su cabello y de sus ojos, mientras que la tela de su falda resaltaba la forma de sus caderas. Si una racha de viento alcanzara esa falda... Cerró los ojos y contó hasta tres. Los abrió de nuevo.


–Entonces, ¿Todo esto es en honor de...? –trató de mantener la voz calmada.


–Hoy me he enterado de que uno de nuestros comensales va a proponerle matrimonio a su novia el día de la inauguración. Hoy ha venido para pedirnos si podríamos prepararle un menú especial para ellos. Así que, esto es para ayudarme a encontrar el menú adecuado para la pareja –se volvió para señalar la mesa, la cocina, su ropa...  «¡Madre mía!», pensó él. ¡Llevaba la espalda al descubierto!


–¿Por qué no guardas el maletín y el ordenador, te das una ducha, te cambias de ropa, y vienes a darme tu opinión acerca de la comida que he preparado?


Fue entonces cuando Pedro se percató de que no se había movido de la puerta. Se había quedado paralizado desde que había mirado a Paula. Debería decirle que no. Buscar una excusa y marcharse de allí. Ella jugueteó con un mechón de su pelo.


–Agradecería mucho tu opinión, Pedro. Quiero que esto salga bien.


–Ah, de acuerdo –avanzó–. Una ducha. Sí. Buena idea.


Tendría que darse una ducha fría. Cerró la puerta de la habitación y se apoyó en ella. Aquella cena no era para él. Le diría que la cena estaba exquisita y así podría abrir el ordenador enseguida y concentrarse en su trabajo. Solo era un asunto de negocios. Quince minutos más tarde, entró en el salón y vió que Paula había apagado casi todas las luces. Había encendido unas velas y creado un ambiente íntimo. Deseó decirle que todo aquello no era necesario, apagar las velas y encender las luces otra vez. «Contrólate», se ordenó. «Es una artista y está experimentando para crear el sueño de otras personas».


–¿Qué te parece? –le preguntó ella acercándose a él para mirar la mesa.


–Es estupendo, Paula. Precioso.


–Gracias –contestó ella con una sonrisa.


Llevaba el pelo recogido en un moño con algunos mechones sueltos por el cuello. Él no pudo evitar imaginar cómo arquearía el cuello si él se lo besara, el calor de su piel al acariciarle la espalda.


–Espero que tengas hambre.


Él dió un paso atrás y blasfemó para sí por haber intentado desnudarla con la mirada.


–Estoy hambriento –contestó.

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