miércoles, 16 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 53

Pedro dejó el bolígrafo sobre la mesa y decidió no trabajar más. Recordó que sus socios lo llamaban el Hombre de hielo. Sin embargo, él no sentía nada de frío en esos momentos. Y menos cuando Paula estaba a su alrededor. Una vez más recordó la mirada de sus ojos llorosos. Había sido muy duro con ella. ¿Por qué se había comportado así? ¿Por que le había dicho que era un jefe que inspiraba temor? No le había gustado ese comentario. De hecho, lo había odiado. Él siempre se había sentido orgulloso por ser un jefe accesible. Pero quizá estaba equivocado. Los hombres de hielo no se caracterizaban por su empatía. ¡Y además ella había mencionado el maldito beso! Se levantó y se acercó a la ventana para mirar hacia la playa. No podía hacer nada respecto al beso. No podía retirarlo. Ni repetirlo. Sin embargo, deseaba hacerlo cada vez que ella estaba a su lado. Se pasó la mano por el rostro y decidió que debía dejar de engañarse a sí mismo. No había sido el comentario. Ni el maldito beso. ¡Había sido la visita al maldito albergue! Desde entonces había experimentado un fuerte sentido de indefensión como el de cuando era pequeño. Le había sentado bien descargar su rabia con Paula, gritarle, y vetarle todas sus ideas. Y sentirse con derecho mientras lo hacía. Sin embargo, después se sentía muy mal por haberlo hecho. Era cierto que ella había perdido la cabeza respecto al presupuesto, pero su manera de afrontar la discusión... Él había conseguido mostrar su poder, reforzar su autonomía y su autoridad, pero se lo había tomado como algo personal. Se había comportado de una manera muy poco profesional. ¿Por qué? Porque Paula tenía razón acerca de que él llevaba mucho tiempo guardándole rencor a su padre.  Se apretó el entrecejo. Lo único que ella había intentado hacer era crear el restaurante que Miguel siempre había soñado, y él había echado por tierra todas sus ideas. Así, sin más. Debería haberlo manejado con más tacto y explicarle por qué se veía obligado a tomar la decisión que había tomado. Y debería haberla apoyado más durante las tres semanas que habían trabajado juntos. Miguel le había dicho que ella no sabía nada acerca de la gestión de empresas. Y él había permitido que se equivocara, a pesar de saber que era inexperta. Apretó los puños. Había actuado como un cobarde. Ella provocaba en él ciertos sentimientos que él no quería sentir. Le había echado en cara su pasado y, después, su comportamiento y él no había sido capaz de digerirlo. Su solución había sido evitarla. Para después atacarla por haber cometido un error. Él también era responsable de que ella hubiera hecho ese ridículo presupuesto. Paseó de un lado a otro del ventanal. Paula había invertido mucho esfuerzo en el restaurante. Y él había destrozado su sueño. Había visto la expresión de sorpresa en su rostro. Pero también algo más. ¡Desesperación!


–¡Maldita sea! –agarró la chaqueta que estaba en el respaldo de la silla y corrió hasta la puerta.

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