viernes, 11 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 41

 –¡No me toques!


Él esbozó una sonrisa.


–Bueno, Paula...


Se calló cuando ella levantó la mano y le acarició la mejilla.


–¿Me estás diciendo que solo me afecta a mí que nos toquemos?


Pedro le agarró la mano y se la retiró del rostro.


–No –admitió. 


–Entonces, nada de tocarnos. Será mejor así. No tengo ninguna intención de provocarte, Pedro. ¿Pretendías...?


–¡No! –la interrumpió antes de que terminara la frase.


–No sé cómo llamarlo, pero hay algo entre nosotros.


–¿Química?


–Exacto –tragó saliva–. Y me parece insensato...


–¿Comprobar cuál es el límite?


–Sí. Sobre todo porque lo prohibido siempre resulta más... Atractivo.


–¿Lo prohibido?


Paula comenzó a preparar el café para no tener que mirarlo.


–Eres mi jefe. Y yo soy la hija de tu jefe.


–Es complicado.


Paula comenzó a moler el café.


–No tengo intención de acostarme contigo para ascender. Este trabajo es importante para mí, pero no tan importante.


Él se cruzó de brazos.


–Nunca permitiría que el sexo interfiriera con mis decisiones de trabajo.


–¡Por favor! Quieres decir que si nos acostáramos juntos habitualmente y yo me negara a tener relaciones sexuales contigo hasta que consiguiera algo en concreto, ¿No te influiría? –preguntó con incredulidad.


–Si me amenazaras con no mantener relaciones sexuales para conseguir alguna concesión en el trabajo, haría lo posible por hacerte cambiar de opinión. Intentaría seducirte y después...


Se miraron y Paula no pudo evitar imaginar un montón de escenas ardientes.


–Bueno, es algo irrelevante.


–Has de dejar de decir cosas como «Si nos acostáramos...». Es...


–Tienes razón –lo interrumpió ella–. Toma –le dió una taza de café.


–Gracias.


Ninguno se movió. La cocina era el lugar más seguro de la casa, ya que su decoración era puramente funcional.


–De todos modos, ¿Por qué eres virgen?


Ella cerró los ojos para evitar mostrar su frustración.


–Lo siento –dijo él, momentos más tarde.


–Si te contara por qué, te burlarías.


–Prometo no burlarme –dijo él.


Ella lo miró y se encogió de hombros antes de sentarse. El hizo lo mismo.


–No creo que seas virgen porque no hayas tenido la oportunidad de acostarte con alguien.


Ella se rió.


–No, Miguel no me ha tenido encerrada en un convento ni en una torre de marfil.


–Sospecho que sabe que conseguiría el efecto contrario.


Paula se rió, consciente de que tenía razón.


–De pequeña tuve el mejor ejemplo de lo que es el amor y el matrimonio que se puede tener. Mis padres se querían de verdad. Se adoraban mutuamente. Siempre he sabido que eso es lo que yo deseaba también.

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