miércoles, 9 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 36

Era evidente que Paula adoraba la cocina. Ella aplaudió para llamarles la atención una vez más y dijo:


–Muy bien, ahora apaguen el fuego.


¡Estaba tan llena de vida! Gastón se inclinó para apagar el fogón. Pedro negó con la cabeza y se esforzó para continuar atendiendo pero, en ese mismo instante, Paula le dedicó una de sus poderosas sonrisas y él se quedó paralizado.


–Hoy, además, hemos aprendido dos importantes lecciones.


Paula se dirigió hacia él y Pedro se fijó en el movimiento de sus caderas y en cómo la camisa de cocinero resaltaba la forma de sus senos. Solo podía pensar en las lecciones que a él le gustaría enseñarle: Lecciones de amor. Una serie de imágenes, claras y descriptivas, invadieron su cabeza, asegurándole que no volvería a dormir bien ni una noche más. Ella se detuvo frente a él y le dedicó una amplia sonrisa. Pedro deseó acariciarle el labio inferior con el dedo pulgar. Ella se agachó para recoger un plato de debajo de la encimera y, sin querer, le rozó la cadera con el hombro. Él tuvo que esforzarse para permanecer inmóvil. Ella se incorporó y dijo:


–Voy a pedirle a Pedro que pruebe su curry.


Sirvió una cucharada del curry en el plato y se lo entregó a Pedro junto a un tenedor. Él se preguntó por qué lo habría elegido. Se encogió de hombros e hizo lo que se esperaba que hiciera, meterse una cucharada de comida en la boca.


–El agua no te servirá de nada –le dijo ella, en voz baja.


«¿No servirá para qué?», pensó él. Nada más tragar, Pedro se dobló hacia delante y comenzó a toser. Si hubiese podido respirar habría gritado. Le ardía la cara y estaba seguro de que tenía el cuello y el rostro colorados. El sudor comenzó a brotar en su frente. Las lágrimas afloraron a sus ojos


–Me estoy muriendo –consiguió decir.


Paula lo ignoró y se volvió hacia el resto de la clase.


–Lección número uno, y muy importante: La primera vez que se hace una receta hay que seguirla al pie de la letra. Cuando ya sabemos cómo sale, podemos experimentar y darle un toque personal.


Pedro y Gastón han empleado tres veces más chili del aconsejado.


-¿Te apetece probar el curry a ti también, Gastón?


–No, gracias –dijo él dando un paso atrás.


–Agua –suplicó Pedro, con el cuerpo doblado todavía.


-Te lo advertí, el agua no te ayudará.


Pedro sintió un fuerte ardor en el estómago y se quejó de nuevo.


–Importante lección número dos...


Él intentó contener la respiración por si eso lo ayudaba a calmar el ardor que lo invadía. Pero tampoco le sirvió de nada. Paula se dirigió al refrigerador industrial que había en un extremo de la habitación y continuó hablando.


–Si alguien se toca los ojos, o una herida, después de haber cortado un chili, o si se come una dosis muy potente, lo mejor es enjuagarse con leche.


Pedro observó cómo sacaba la leche de la nevera y buscaba un vaso, pero él no podía esperar. Se acercó a ella, le quitó el cartón de leche de las manos y bebió varios tragos.


–O bebérsela –se rió Paula.


El resto de la clase también se rió, pero a él no le importó y continuó bebiendo.


–Te vas a poner enfermo –lo regañó ella en voz baja.


Él soltó el cartón de leche y esperó a que el ardor disminuyera un poco. Se enderezó, la miró y señaló hacia donde estaba Gastón, junto a la olla.


–¡Esa comida es letal! Es...


–Creía que te gustaba muy picante –dijo ella, arqueando una ceja, y se volvió hacia el resto de la clase–. A ver, todo el mundo, encontrarán varios contenedores allí. Gastón, puedes llevarte tu ración de la olla que hemos preparado Luis y yo.


Paula no le ofreció a él que se llevara su ración, pero Pedro tenía la sensación de que ella sabía que pasaría un tiempo antes de que él pudiera enfrentarse a otro plato de curry.

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