miércoles, 2 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 25

El viernes por la noche, Pedro entró en el apartamento cargado con su ordenador, su maletín y un regalo envuelto de forma llamativa. Tenía forma rectangular y parecía pesado.


–¿De quién es el cumpleaños? –preguntó Paula. 


–Es para tí.


–¿Para mí?


Pedro se lo entregó.


–Cuando dije que era un regalo la dependienta se empeñó en envolverlo.


–¿Qué es?


–Ábrelo y míralo.


Intrigada, rompió el papel y lo dejó caer al suelo. Libros. Le había comprado dos libros. Uno era sobre la teoría y práctica del liderazgo. Mientras Paula hojeaba los capítulos, él comentó:


–Me pareció uno de los libros más útiles cuando estudiaba en la universidad. Pensé que a tí también podía resultarte útil.


«¿Útil?» Sonrió tratando de disimular su sorpresa. Miró el otro libro y comenzó a reír al leer el título. "Cómo tratar con gente a la que no se soporta: Cómo sacar lo mejor de la gente cuando está en su peor momento".


Él sonrió.


–Pensé que ese te haría gracia.


–Gracias –dijo ella, apretando los libros contra su pecho–. Eres muy amable.


Él se encogió de hombros.


–Dijiste que querías aprender.


–Y así es.


Se miraron durante un largo instante. Cuando uno de sus amigos le hacía un regalo ella los abrazaba o los besaba en la mejilla. No estaba segura de si debía besar a Pedro en la mejilla. Dudó un instante y, justo cuando había decidido que por un beso no pasaría nada, él habló:


–Tengo que contestar algunos mensajes de correo electrónico – dijo, dirigiéndose a la mesa del comedor.


–Uy, me toca cocinar. Iré a preparar algo de cena –dijo Paula, y se dirigió a la cocina agarrando los libros contra su pecho.



El domingo por la mañana Paula entró en el salón y, antes de continuar hasta la cocina, se detuvo un instante al ver que Pedro estaba leyendo unos documentos en la mesa del comedor. A esas horas, los días anteriores ya se había marchado al hotel. Él levantó la vista al verla pasar y continuó trabajando. Ella se tomó la primera taza de café de pie, mirando por la ventana de la cocina. La luz de la mañana se reflejaba en el agua del mar y ella se percató de que, a pesar de llevar allí una semana, la única parte de la ciudad que conocía era el trayecto entre el departamento y el hotel. Miró hacia la puerta. ¿Pedro pensaba trabajar durante cada minuto de los dos meses que estarían allí? ¿No pensaba tomarse ni un día libre para airearse y recargar energía? Ella necesitaba que estuviera relajado para que la escuchara atentamente cuando le presentara el nuevo presupuesto. Y cuando tratara de demostrarle que no era la chica mimada que él creía. Se preparó una tostada, se sirvió otra taza de café y se dirigió al salón. Ella le mostró el plato al pasar frente a él, pero éste negó con la cabeza y continuó trabajando. Se sentó en el sofá y le dio un pedacito de tostada a Silvestre. Al ver que Pedro no le hacía caso, recogió las cosas del desayuno, se duchó y se puso unos pantalones vaqueros y un jersey azul. Cuando regresó al salón, él continuaba inmerso en su trabajo. 

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