lunes, 14 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 49

Él pestañeó.


–Pero ¿No podrías abrir una pizca tu corazón, dar las gracias por todo lo que tienes y entregar un poquito?


–¿Dar las gracias?


–¡Sí! Por ser inteligente, haber tenido la oportunidad de estudiar en la universidad y labrarte una buena vida. Por trabajar en una de las mejores empresas del planeta. Por tener cosas bonitas... Ropa, un coche elegante y, seguro que, un buen apartamento –lo miró–. ¡Maldita sea, Pedro! Deberías de estar agradecido porque nada haya impedido que consiguieras todo lo que tienes. ¿Y ahora te quejas por ayudar un poco a aquellos que no han tenido tanta suerte como tú? ¡Pues vaya! Claro que antes de hacer eso tendrías que perdonar a tu padre y no quieres hacerlo, ¿Verdad?


Sus palabras eran muy dolorosas.


–Quizá deberías pensar en ello, porque por lo que veo, a la única persona que haces daño es a tí mismo.


Pedro no podía pensar en ninguna respuesta. Sin decir nada más, ella se volvió y regresó al comedor. Cinco minutos más tarde, Paula sintió que le daba un vuelco al corazón al ver que él estaba en la puerta de la cocina. La emoción de verlo la pilló desprevenida. Tragó saliva. Eso no podía ser bueno.


–¿Qué puedo hacer? –preguntó él.


Ella deseaba decirle que se fuera, pero no sabía cómo hacerlo sin empeorar las cosas.


–Las patatas. Tenemos montones de patatas por pelar.


Sin decir palabra, se acercó a la montaña de patatas que había en la encimera y se puso a trabajar.


–Signorina Paula, ¿Ha hablado con el señor Pedro sobre el presupuesto?


–Uy, no –le contestó a Luis.


–Pero me lo prometió, signorina. Para eso fue a verlo esta mañana.


Ella sabía que Luis estaba preocupado porque tenían que empezar a contratar cocineros, y él no quería hacerlo hasta que Pedro les diera el visto bueno. No podían esperar mucho más tiempo.


–Nos entretuvimos con otro asunto –dijo ella. No sabía por qué se le había ocurrido invitar a Pedro a visitar el albergue pero, desde luego, su intención no era provocar que experimentara malos recuerdos.


Después de servir y recoger los platos de comida en el albergue, regresaron al hotel en silencio. Pedro caminaba muy serio y no era el momento de hablar de presupuestos. Paula había provocado que él experimentara recuerdos dolorosos, sin avisarlo y sin darle la oportunidad de que se recuperara. Era lógico que él no quisiera ni verla. El problema era que Paula ya había retrasado el asunto del presupuesto durante demasiado tiempo. No había sido su intención, pero... Enderezó la espalda, respiró hondo y se consoló con la idea de que en cuanto Pedro le diera el visto bueno, su restaurante se convertiría en el mejor restaurante que Newcastle había tenido nunca. A Miguel le encantaría. Y él estaría orgulloso de ella. Podía imaginar el triunfo de la noche de la inauguración: Miguel y Pedro con esmoquin, ella con un vestido negro sofisticado, el comedor lleno de gente, los aplausos y la comida deliciosa. Y después, su padre mirándola, orgulloso de que hubiera creado el restaurante de sus sueños. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario