miércoles, 23 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 62

Tenía que controlarse para no caer en la fantasía que ella estaba creando. Paula era virgen. Para ella, lo de aquella noche era algo inocente. No sabía que estaba jugando con fuego. Si él se dejaba llevar por su instinto y le hacía el amor, ella lloraría. Si se acostaba con Paula, ella crearía fantasías acerca de él. No la haría llorar. Merecía que se cumpliera su sueño de encontrar al príncipe azul. Paula le tocó el brazo y él tuvo que contener un quejido.


–Siéntate –le dijo, y entró en la cocina.


Regresó con dos platos y colocó uno delante de él. «¿Ostras? ¡Oh, no!» Se fijó en el círculo de ostras que había en el plato y se aclaró la garganta. «Trabajo. Es solo trabajo».


–Supongo que el chico te ha dado una lista de todo lo que le gusta y no le gusta a su amada.


–Así es –se rió ella–. También una instrucción muy clara.


–¿Cuál? –preguntó él mientras se colocaba la servilleta en el regazo.


Paula agarró una ostra y se la comió.


–Seducción –murmuró ella.


Él notó que se le tensaba la entrepierna.


–Ese es el ambiente que quiere que consiga –lo miró de manera sensual–. ¿Cómo lo estoy haciendo hasta ahora?


–¿Sabes que no eres tú la que estará al otro lado de la mesa con él?


Ella sonrió y miró el plato de Pedro.


–Creía que estabas hambriento. He preparado las ostras de tres formas distintas. Al menos has de probar una de cada.


Ella se comió otra ostra y él se esforzó para mirar a otro lado y no fijarse en sus labios. Se comió tres ostras seguidas. Estaban deliciosas, así que se comió el resto.


–¿Y bien? –Paula posó la mirada sobre sus labios.


¿Era consciente del efecto que estaba teniendo sobre él?


–¿Cuál prefieres?


Él tragó saliva, miró el plato y señaló una de las ostras vacías al azar.


–Mmm –Paula se relamió–. Esas son las que me han gustado más a mí también.


Justo cuando él empezaba a pensar que lo estaba provocando a propósito, Paula se puso en pie.


–¿Podrías abrir el champán mientras saco el segundo plato? –se dirigió a la cocina.


Pedro se pasó la mano por el rostro y cerró los ojos durante unos instantes. No la vió regresar, pero percibió su aroma y oyó el sonido de la tela de su falda. Casi podía sentir su calor desde el otro lado de la mesa. Su suave aroma de mujer se mezclaba con el de las rosas, la cebolla frita y el limón. Él nunca había imaginado que una combinación así pudiera incendiar sus sentidos de esa manera. Ni que pudiera resultar tan sexy. Sentirla tan cerca provocó que sufriera un escalofrío y que se le endurecieran los pezones. Apoyó los brazos en la mesa y enderezó la espalda. Paula colocó un plato delante de él.

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