viernes, 4 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 30

Paula se detuvo un instante y le preguntó:


–¿Cuántos barcos contenedores hay allí?


Él miró hacia el horizonte.


–Veintidós.


–¡Veintidós! Y esos son los que podemos ver. Allá atrás habrá más. Espero que hoy podamos ver alguno entrando en el puerto. Con lo pequeño que es, seguro que impresiona ver un barco tan grande.


Pedro la miró un momento y se rió.


–Paula, ¡Eres como una niña!


Ella no se ofendió. Continuaron por el camino y llegaron a una playa que llegaba hasta el faro.


–Mira, ¡Es maravilloso! –bajó los escalones hasta la arena y se quitó los zapatos.


Tras dudar un instante, Pedro la siguió. La arena estaba fría bajo sus pies. No recordaba cuándo había sido la última vez que había paseado por una playa. Avanzó detrás de Paula, observando cómo paseaba sin rumbo fijo. Los pantalones vaqueros que llevaba resaltaban sus caderas y él no recordaba haber visto a ninguna mujer moviendo las caderas de ese modo, sexy, pero inocente.


–Vamos a sentarnos allí para asimilar todo esto –dijo ella, al cabo de un momento.


Él no estaba seguro de qué era lo que tenían que asimilar, pero no discutió. Quería descubrir qué era lo que ella trataba de demostrarle. Se sentía intrigado por aquella mujer. Ella se sentó en el suelo y miró hacia el cielo.


–¿De pequeña ibas mucho de vacaciones a la playa? –preguntó él.


–Sí, durante todo el tiempo que mi madre estuvo viva.


Pasábamos las vacaciones de verano en Sunshine Coast. Era un lugar idílico. Su rostro cobró vida al recordar aquellas vacaciones y él experimentó un fuerte deseo de besarla. Era la primera vez que podía comprender la debilidad que había caracterizado a su padre. El hombre había sido un ingenuo, pero... ¡Pero nada! Apartó la mirada de Paula y la dirigió al mar.


–Y de pequeño, ¿Ibas de vacaciones, Pedro?


–Las vacaciones costaban dinero, Paula, y cuando era pequeño nunca teníamos suficiente para las cosas básicas, así que, mucho menos para vacaciones.


–Lo siento –murmuró ella.


Él no quería compasión.


–¿Tuviste una infancia infeliz?


Normalmente no contestaba preguntas personales pero se había dado cuenta de que sus tácticas habituales no funcionaban con Paula. Quizá tenía que ver con el hecho de que estaban compartiendo departamento. Quizá si recordara la gran brecha que los separaba, también recordaría que besarla resultaría desastroso. Quizá así, recordara que por muy atraído que se sintiera por ella, Paula seguía siendo la mujer que se aprovechaba continuamente del amor y la paciencia de su padre. Y haría lo mismo con cualquier hombre.

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