lunes, 7 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 31

Pero él no era un idiota como su padre y no tenía intención de convertirse en uno.


–Cuando mi padre perdió su trabajo y no encontró otro empleo, mi madre lo abandonó. No volví a verla nunca más.


–¿También te abandonó a tí?


Su intención era crear una barrera entre ellos. Sin embargo, la cálida mirada de Paula hizo que él deseara apoyar la cabeza sobre su hombro.


–¡Oh, Pedro! Eso es terrible. ¿Cuántos años tenías?


Él se encogió de hombros.


–Nueve.


–¿Cómo lo llevó tu padre?


–Se dió a la bebida. Había periodos en lo que estaba sobrio, cuando conseguía algún trabajo y salía con mujeres peligrosas.


–¿Peligrosas?


–En cuanto conseguía un trabajo nuevo aparecía alguna mujer dispuesta en la que se gastaba todo su dinero.


Cuando tenía dinero, porque Horacio Alfonso siempre había vivido al día, sin preocuparse de que apenas quedara comida en la casa, no hubieran pagado la factura de la luz o de que su hijo necesitara zapatos nuevos o libros para la escuela. Mientras tuviera dinero suficiente para pagar la siguiente ronda y las mujeres coquetearan con él, consideraba que todo le iba bien. Cuando Pedro había intentado protestar por su comportamiento, él se había reído diciéndole: «Mañana será otro día».


–Cuando yo cumplí los dieciséis años mi padre se había casado y divorciado tres veces más.


–¿Tres?


–Y en las tres ocasiones lo dejaron sin blanca durante los trámites de divorcio. Aunque no es que le quedara mucho al final. Y fue ahí cuando se dió de lleno a la bebida –negó con la cabeza–. Mi padre, o no sabía ganar dinero o no sabía guardarlo –se volvió hacia Paula–. Tu padre me ayudó con él, ¿Lo sabías?


–¿De veras? ¿Cómo?


–Mi padre sufría demencia a causa del alcohol y necesitaba cuidado las veinticuatro horas. Antes de que pudiera mudarlo a mi departamento, se escapó. No conseguía encontrarlo y Miguel contrató a varios hombres para que lo buscaran. Al final lo encontramos en un centro de los servicios sociales.


–Me alegro de que mi padre pudiera ayudarte.


–Después consiguió que lo trataran los mejores médicos.


Pero no sirvió de mucho. Su padre ya padecía alcoholismo crónico. Paula no sabía lo afortunada que era por tener a Miguel como padre. El resentimiento que había sentido hacia ella el primer día que la vió en el despacho de Miguel comenzó a desvanecerse. Empezaba a darse cuenta de que, aunque ella diera por hecho que su padre siempre la ayudaría, no significaba que no lo quisiera. Y tampoco que fuera una mujer fría e insensible. De hecho, empezaba a darse cuenta de que era todo lo contrario. Ambos permanecieron en silencio durante unos momentos.


–Él debió de querer mucho a tu madre –dijo Paula.


–¿Por qué dices eso?


–Porque pasó mucho tiempo tratando de sustituirla.


Pedro no contestó. Era una idea que nunca se le había ocurrido. Apretó los puños.


–Es una lástima que no pudierais disfrutar de unas vacaciones juntos, en la playa.


Él tampoco dijo nada.


–Los buenos recuerdos pueden ayudarnos a veces.


Él lo dudaba. Le dió un golpecito con el hombro y sonrió:


–¿Quieres saber cuál era una de las cosas favoritas de mi padre cuando veníamos a la playa?


Pedro la miró con interés. No podía imaginarse a Miguel en la playa.


–¿Cuál?

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