lunes, 14 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 47

Al oír que llamaban a la puerta de su despacho, Pedro levantó la vista. Paula estaba en la puerta y, al verla, sintió que una ola de calor lo invadía por dentro. Él gesticuló para que tomara asiento, pero ella negó con la cabeza.


–Me temo que es una visita rápida. Solo quería darte las gracias por lo de ayer.


Él notó que se le aceleraba el pulso y deseó no haber besado nunca a aquella mujer, ya que no podía dejar de pensar en hacerlo otra vez.


–No solo por ayudarme a buscar a Silvestre, sino también por suavizar mi relación con mi padre.


El día anterior, después de construir un castillo enorme, regresaron al departamento y Paula cocinó la mejor pasta que Pedro había probado nunca. Los tres se rieron mientras charlaban y Miguel les contó historias acerca del tiempo que había pasado en Newcastle. Pedro recordó la risa de Paula y de Miguel y negó con la cabeza. «Fue una noche estupenda».


–Paula, tu padre te adora.


–Lo sé –se mordió el labio inferior–. Ahora ya sabes por qué es tan importante que esta vez no lo decepcione.


–No lo harás –dijo él–. Comprendo que quieras hacer que se sienta orgulloso de tí, pero es más importante que tú te sientas orgullosa de tí misma, Paula.


–Me sentiré orgullosa de mí misma cuando haya creado el restaurante más fabuloso que mi padre haya visto nunca.


–Hablando de...


–Pedro....


–Paula... –dijo él al mismo tiempo, y gesticuló para que ella hablara primero.


–No, no, después de tí –dijo ella.


–Ayer, le diste al indigente una tarjeta. ¿Era tu tarjeta personal?


Ella se rió.


–¿Qué? ¿Crees que soy idiota?


–Por supuesto que no.


–Miguel y tú creen que soy una niña, ¿No?


Pedro no pudo evitar recordar el beso que habían compartido. «¿Una niña? No, por supuesto que no». Arqueó una ceja y ella se sonrojó.


–Entonces... –se aclaró la garganta e intentó no pensar en el beso–. ¿Qué tarjeta le diste?


Ella lo miró un momento y después miró la hora.


–¡Uy, ya es la hora! Luego te lo cuento.


–¡Paula! –él no permitiría que evitara ese tema otra vez. Si a ella le sucedía algo, Miguel lo consideraría responsable. Y él nunca se perdonaría.


–¿Estás ocupado durante la próxima hora?


–Nada que no pueda esperar.


–Pues si quieres descubrir qué es lo que estoy tramando, ven conmigo.


Él se puso en pie sin dudar un instante. Pasaron por la cocina para recoger dos cestas y Pedro insistió en llevar la más pesada.


–¿Dónde vamos? –preguntó él mientras salían a la calle.


–Ya lo verás.


Caminaron hasta el centro de la ciudad por la zona peatonal y Paula le señaló unos árboles.


–¡Mira! ¿No te encantan los plataneros? Voy a venir aquí en verano para bañarme en la playa, contemplar los árboles cuando estén en todo su esplendor y...


–Tomar helados y construir castillos de arena –él terminó la frase por ella.


–¡Sí! Suena de maravilla, ¿Verdad?

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