viernes, 11 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 44

Pedro blasfemó en voz baja cuando oyó que abrían la puerta del departamento. Su intención era haberse marchado antes de que Paula regresara a casa. Apagó el ordenador y lo guardó en la bolsa. Se había acostumbrado a trabajar hasta tarde y no regresar a casa hasta que ella ya estuviera acostada. Odiaba aquel departamento. Llevaba allí tres semanas resistiéndose a la tentación que Paula suponía. Se volvió cuando Paula entró en el salón y ella se paralizó al verlo.


–Hola –esbozó una sonrisa antes de dejar el maletín sobre la mesa de café–. ¿Cómo estás?


–Hola –contestó él–. ¿Cómo estás tú?


–Bien. Luis y yo acabamos de tener una reunión con los proveedores de las mantelerías y con la empresa que amueblará el comedor. De hecho, me alegro de que estés aquí. Hay algo de lo que me gustaría hablar contigo.


–¿Y bien?


–Yo... –miró a su alrededor y frunció el ceño–. ¿Dónde está Silvestre? Normalmente empieza a maullar en cuanto me ve entrar.


–Probablemente tramando su venganza por estar todo el día encerrada aquí.


Paula miró debajo de la mesa de café y de la del televisor. Después señaló a la del comedor.


–¿Está ahí debajo?


–No.


–¿Y escondida en alguna de las sillas?


–Tampoco –dijo él, después de comprobarlo.


–Dame un momento...


Pedro continuó leyendo un documento mientras Paula buscaba en el salón y en la cocina.


–Ve a ver si está en tu habitación –le dijo a Pedro cuando no la encontró.


Él obedeció, pero tampoco encontró a la gata. Se reunió con Paula en el pasillo y, por la expresión de su rostro, supo que ella tampoco había tenido suerte en su dormitorio. Cuando él negó con la cabeza, ella lo miró asustada.


–No me mires así. Esa maldita gata ha de estar en algún sitio.


Regresaron al salón y miraron detrás de las cortinas y debajo de todos los muebles. Después fueron a la cocina y miraron en todos los armarios. Paula incluso abrió el lavavajillas.


–Paula, la gata no ha podido...


–Está vacío.


–Sí, pero...


–Esta mañana estaba lleno. Yo lo cargué antes de irme a trabajar. Este departamento tiene la limpieza incluida y hoy han venido a limpiarlo.


–¿Y si Silvestre se ha escapado cuando entró la asistenta? –sabía que la gata no sobreviviría ni un momento en la calle–. ¡Paula, espera! –gritó él, al ver que ella salía por la puerta. Intentó detenerla, pero en ese momento sonó su teléfono móvil y se detuvo un instante para contestar–. ¿Diga? –dijo, antes de salir detrás de ella.


–¿Qué diablos creen que están haciendo Paula y tú? –gritó Miguel al otro lado de la línea.


Pedro no tenía ni idea de qué era lo que se suponía que habían hecho y, en ese momento, no le importaba.


–Me pillas en mal momento, Miguel. Te llamaré luego –se guardó el teléfono en el bolsillo y bajó los escalones de dos en dos.


Paula era capaz de correr muy deprisa. Salió del edificio y la siguió hasta un callejón lateral en el que se agachó para llamar a la gata. Un indigente que estaba sentado en el suelo le preguntó:


–¿Está buscando a un gato, señorita?

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