miércoles, 9 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 39

 –Creo que perderla a los nueve habría sido mucho peor – Pedro había perdido a su madre cuando era un niño. Ella todavía había podido disfrutar de su madre seis años más.


–Estamos hablando de tí –le recordó él–. No de mí –sonrió.


–Me costó mucho tiempo superar su muerte. No me di cuenta de lo mucho que me ayudaba a encontrar mi camino hasta que dejó de estar a mi lado.


Él frunció el ceño y dijo:


–Entonces, ¿Te perdiste?


–Mucho –suspiró ella–. Después de terminar los estudios pasé de una cosa a otra, pero no conseguí que nada me durara.


–¿Y qué cambió?


–Mis tíos me llevaron a Italia con ellos y me pusieron a trabajar en su restaurante.


–¿Y descubriste que te gustaba?


–¡Me encantaba! Pero cuando regresé a casa descubrí que mi padre ya no confiaba en mí.


–Eso no es cierto.


–Sí, lo es, y es culpa mía. Pero la solución también está en mis manos –enderezó la espalda–. Si puedo demostrarle el gran trabajo que puedo hacer con el restaurante del hotel, quizá se percate de que puedo ser un valor para su empresa y entonces se sienta orgulloso de mí. Por eso es tan importante para mí que el hotel tenga éxito, Pedro. Mi padre es un buen hombre. No es culpable de mi incompetencia. Y no quiero seguir culpándolo por ella.


Los ojos azules de Pedro se oscurecieron.


–No creo que seas incompetente, Paula.


Lo decía en serio. Ella podía verlo en su mirada.


–Gracias –susurró ella, conteniendo las lágrimas.


–Sé que he sido muy duro contigo. Y sospecho que de manera injusta –se acercó a ella y le retiró un mechón de pelo detrás de la oreja.


A Paula se le aceleró la respiración. Él le acarició la mejilla.


–No creo que puedas evitar que Miguel se sienta orgulloso de tí.


Que confiara en ella era muy importante pero, de pronto, no era en su padre en quien estaba pensando. En lo único que podía pensar era en el calor que desprendía la mano de Pedro contra su mejilla,en la promesa que ofrecían sus labios y en el aroma a canela que cautivaba sus sentidos. Aquel hombre era pura tentación y ella deseaba probarlo.


–Será mejor que dejes de mirarme de ese modo, Paula –le acarició el cuello y deslizó la mano hasta su nuca.


–¿Cómo? –murmuró ella, mientras él le acariciaba la nuca provocando que se le pusiera la piel de gallina.


–Como si desearas que te besara.


Ella lo miró a los ojos.


–Si puedes decirme cómo hacerlo, intentaré obedecer.


Pedro le acarició el labio inferior con el dedo pulgar hasta queella separó los labios.


–Así no se hace –dijo él.


Ella se humedeció los labios y el deseo se apoderó de él.


–Así tampoco.


Paula sintió que se le aceleraba el corazón. Posó la mirada sobre los labios de Pedro y supo que si él la besaba descubriría el sabor del paraíso. Él le sujetó el rostro con las manos.


–Deberías retirarte –tragó saliva–. Fruncir el ceño, mirarme con desprecio y apretar los labios. Deberías...


–No –ella negó con la cabeza. Se quedaría donde estaba y le suplicaría que la besara hasta que él le diera lo que tanto anhelaba.


–Paula...


–Pedro, por favor –susurró ella, agarrándolo por el cabello para atraerlo hacia su boca.


Con un quejido, él sujetó la cabeza de Paula hacia atrás y capturó sus labios.

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