lunes, 14 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 46

 –¡Puf! ¿Qué sitio es este?


–Tú sabrás –dijo Paula, besando a su padre en la mejilla–. Tú lo has reservado.


Miguel se volvió hacia Pedro.


–¿Has hecho algo para disgustar a Daniela, mi secretaria?


–No.


–¿Y a su secretaria, Juana?


–Desde luego que no.


–Parece que ha habido una confusión –intervino Paula–. Solo había un departamento disponible. Dudo que sea culpa de Daniela o de Juana.


Miguel se volvió hacia Paula.


–¿Has hecho un pastel, hija mía?


–Te he hecho un pastel sultana. Y el café está en el fuego.


Miguel la señaló con el dedo.


–No me camelarás con tanta facilidad. ¿Esta es la gata transgresora? –se agachó para mirar dentro de la jaula de Silvestre–. ¡Puf! –se incorporó y miró a su alrededor–. ¿Cómo pueden trabajar aquí? Ni siquiera hay escritorios para que extiendan los papeles y documentos.


–Ha sido todo un reto –dijo Pedro, y agarró una de las tazas de café que Paula llevaba en una bandeja.


–¿Y por qué no se han quejado? –le preguntó a Paula.


–Es un asunto de trabajo. Y eso es lo que Pedro y yo hemos estado haciendo. Ahora, bébete el café, papá, y toma un pedazo de tarta. Te prometo que está muy buena.


Miguel bebió un sorbo de café y probó la tarta.


–Está muy buena –comentó antes de comer un poco más y dejar el plato en la mesa–. ¡Pero eso no cambia el hecho de que tengan que deshacerse de esa gata!


Paula agarró la jaula de Silvestre la estrechó contra su pecho.


–¡No puedo! Es la gata de mi amiga Sofía. ¿Te acuerdas de ella, papá?


–Sí, pero...


–El padre de Sofía ha muerto hace poco. Ella se ha ido a Melbourne para ayudar a su madre durante una temporada y resulta que no se ha podido llevar a Silvestre porque su madre es alérgica. Adora a Silvestre. Me dijo que se le rompería el corazón si tuviera que dejarla en una residencia para gatos. Se puso muy contenta cuando le dije que yo cuidaría de ella.


Miguel tragó saliva y se aclaró la garganta.


–¡Quédate el maldito gato! –miró a su alrededor–. A cambio, perderemos el departamento. Lo organizaré todo para que mañana se cambien a otro departamento, donde puedan trabajar mejor y en el que permitan tener animales.


–Gracias, papá.


Paula dejó la jaula en el suelo, pero no se acercó a abrazar a su padre. Miguel tampoco se acercó para besar a Paula en la mejilla, tal y como Pedro creía que haría. Miró a ambos y dió dos palmadas para llamar su atención.


–Ustedes dos, vengan conmigo.


Paula pestañeó.


–Pero no hemos terminado.


–¡Nada de objeciones!


Paula miró a Miguel.


–¿Ves lo que tengo que aguantar?


–Lo sé, lo sé –murmuró Miguel–. ¿Has visto cómo me habla a mí?


Pedro los guio fuera del departamento y los llevó hasta la playa. Sin decir palabra, se arrodilló en la arena y comenzó a cavar. Paula lo miró y comenzó a reírse.


–¿Qué pasa? –preguntó Miguel.


–Vamos a hacer un castillo de arena –explicó Paula–. A Pedro se le da muy bien. Diría que es un campeón.


Miguel se quedó boquiabierto. Al instante, se quitó la chaqueta y se arrodilló.


–Veremos quién es el campeón, hija mía.


Paula se arrodilló en la arena junto a ellos y comenzaron a construir torres, fosos y un complicado sistema de agua. Un mundo de sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario