lunes, 21 de marzo de 2022

Irresistible: Capítulo 58

Ella pestañeó y retiró la mano.


–Vamos a conseguir que el hotel funcione, Paula, pero hay otra cosa en la que quiero que pienses. ¿De veras quieres trabajar en la empresa de tu padre? Sé que quieres que Miguel se sienta orgulloso de tí, pero no tienes que trabajar en su empresa para eso. ¿Qué es lo que tú quieres hacer?


–No lo sé –contestó ella al cabo de un momento–. Solo sé que no quiero cambiar de un trabajo a otro.


–¿Qué parte de este trabajo es la que más te gusta?


–Trabajar en la cocina –contestó ella, sin dudarlo–. Cocinar, planificar menús, formar a los cocineros –negó con la cabeza como si, de pronto, tuviera muchas ideas–. Primero necesito centrarme en el restaurante del hotel. Si hago un buen trabajo en él, entonces... –tragó saliva–. Ya veré.


–Harás un buen trabajo, Paula.


–Siento haberte dicho que no tienes corazón. No es cierto.


Se miraron y una fuerte atracción se apoderó de ellos. Pedro la miraba con deseo y ella sintió que su cuerpo reaccionaba. Se inclinó hacia él, deseando que la acariciara. Entonces, él se echó para atrás en el sofá.


–No te pongas sentimental conmigo, Paula.


–¿Sentimental? –dijo ella, con el corazón acelerado–. Parece que no tengas abuela –dijo ella–. ¡Crees que eres un gran jugador y ni siquiera estás en el juego!


–Eso está mejor –sonrió él.


–¡Buah! –trató de disimular su sonrisa–. Y lo que es peor, ni siquiera sabes hacer un café decente.


Agarró las tazas y se dirigió a la cocina. Molió más café, miró hacia el puerto y trató de mantener su cuerpo bajo control. Pedro tenía razón, lo último que necesitaba era ponerse sentimental. 


Con el maletín en la mano, Paula entró en el departamento y se detuvo al ver que Pedro estaba sentado en la mesa del comedor de espaldas a ella. Él no se volvió para saludarla y, entonces, ella se percató de que no la había oído. Por algún motivo, eso la hizo sonreír. Durante las dos semanas anteriores, ambos se habían sentado en aquella mesa por la noche para que Pedro le enseñara todo aquello que le había prometido. Además, también le había enseñado a reconocer los puntos fuertes de los empleados y a delegar tareas de manera eficiente. Pero lo más importante era que había conseguido que recuperara la confianza en sí misma. Había sido muy paciente con ella y un buen profesor. Paula se acercó para saludarlo, pero... ¿Qué estaba haciendo? Al ver que estaba sujetando un cordón para que la gata lo agarrara con las patas, sonrió. Dejó el maletín en el suelo y lo observó. Al ver lo paciente que era con el animal y cómo disfrutaba haciéndolo jugar, pensó que podría ser un gran padre. La idea la pilló desprevenida y ella pestañeó. Él le había dicho que no creía en el amor. Había prometido que no se casaría, que nunca se comprometería con una mujer, que nunca formaría una familia. ¿No se daba cuenta de cuántas cosas se iba a perder?

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