lunes, 28 de marzo de 2022

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 4

 –Paula, cariño –Gloria se acercó a su sobrina, que estaba junto a la mesa de los aperitivos, nada más terminar la reunión–. Me voy a quedar por aquí un par de horas más. Debes de estar exhausta. ¿Por qué no te vas a casa? 


–No estoy cansada –dijo Paula de inmediato–. Pero no me importaría pasarme por un quiosco de prensa para comprar un par de revistas de moda. Creo que me tengo que poner un poco al día.


–Estoy enfadada con Josefina por haberte puesto en ese aprieto. ¿Estás segura de que quieres hacerlo? Puedo hablar con ella y...


–¡No! Estoy deseando hacerlo.


–¡Pero estás de vacaciones! No quiero que hagas más cosas de la cuenta.


Paula agarró un plato y se sirvió dos triángulos de sándwich y una porción de bizcocho.


–Tía Gloria, he aprendido la lección. Lo prometo. Además, dos horas a la semana no suponen mucho estrés.


–Bueno... Supongo que no.


–Y tú estás más que invitada a unirte a nosotras como asistente personal de la mentora.


–¿Yo? –Gloria parpadeó–. ¿Y yo qué sé de la moda? Ya sabes que nunca ha sido lo mío precisamente. Siempre te mandaba al colegio con la falda demasiado corta o demasiado larga. Y si se llevaban los calcetines hasta el tobillo, yo te los compraba hasta las rodillas o viceversa.


Paula se rió de verdad.


–Me encantó criarme contigo, tía Gloria. Ya lo sabes.


–Sí, lo sé. Pero experta en moda...


–No eres –dijo Paula.


–Esas chicas tienen mucha suerte de poder contar contigo. Prométeme que no te vas a pasar de la raya.


–Lo prometo. Y tampoco quiero que tú te pases. No has comido casi nada en todo el día. No me voy a ir hasta que te hayas tomado esa taza de té y te hayas comido ese pastel –le dio el plato.


Gloria la miró con ojos de sorpresa. Le sirvió una taza de té y procedió a preparar un plan para las reuniones de Miss Showgirl.


–Vamos a hablar de maquillaje, ropa, modales y todas esas cosas. ¿Qué podría ser más divertido que eso?


Divertido... Casi tuvo ganas de reírse como una histérica. El pelo y el maquillaje ya no eran divertidos para ella. En realidad, se habían convertido en herramientas de primera necesidad que impedían que la gente se le quedara mirando como si fuera una extraterrestre.


–Siempre se te han dado muy bien esas cosas –dijo Gloria. Miró a su sobrina y dejó su plato vacío sobre la mesa–. ¿Has dicho «divertido»?


Paula puso su mejor sonrisa.


–Claro –abrazó a su tía. La prótesis que llevaba en el pecho derecho le rozó las cicatrices, recordándole una vez más cuál era la realidad–. Parece que tu próxima reunión está a punto de empezar. Te dejo con ello. Ya nos veremos en casa luego.


Se dirigió hacia la salida de atrás del edificio de oficinas, recordándose a sí misma que Roma no se construyó en un día. Le llevaría un buen tiempo aplacar todos los temores de su tía. A medida que se aproximaba a la puerta, empezó a oír voces provenientes del exterior. Vaciló un momento, pero solo un momento. Se obligó a seguir hacia las dobles puertas. Una de ellas estaba cerrada.


–Vas a hacer el ridículo, Valentina Alfonso. ¡No digas que no te lo advertimos! Sabes que no eres lo bastante guapa para ser Miss Showgirl. Te aconsejamos que...


Se oyeron unas risitas. Paula se detuvo de golpe.


–Deberías dejarlo ahora que todavía puedes, antes de convertirte en un hazmerreír. 

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