lunes, 1 de febrero de 2021

Perdóname: Capítulo 66

 Ezequiel continuó:


—Entonces fui a la división de vehículos con motor y persuadí a la señorita que había allí de que buscara ese nombre en el ordenador. Pedro, si el novio de Paula se llama Fernando Hammond o algo parecido, no vive en San Diego ni en sus alrededores.


—Lo cual significa que o vive en otro sitio o… —concluyó Dominic con el ceño fruncido.


—O no existe —los tres se miraron alternativamente, y Pedro reflexionó sobre las consecuencias, y añadió—. ¡Dios! ¡Si me ha estado mintiendo…!


—Podría significar unas cuantas cosas —razonó Ezequiel.


—Tienes razón —asintió Pedro—. Eze, ¿Cómo podría darte las gracias?


—¿Por qué no esperas a saber la verdad para dármelas?


—Creo que Eze ha descubierto algo verdaderamente importante — intervino Dom.


—Y yo, Dom. Si no les importa, los llevaré al departamento y volveré al remolque a hablar con Paula. Nos veremos después, un poco más tarde. Te llamaré, Eze.


—Ese es un buen plan.


Media hora más tarde, Pedro condujo hacia el remolque dispuesto para la batalla. Paula pareció sorprendida cuando lo vió abrir la puerta y entrar encarándose con ella sin más preámbulos. Ella tenía a Baltazar en brazos.


—No esperaba que volvieras tan pronto. ¿Dónde está tu amigo Ezequiel?, ¿Es que no ha venido?


Pedro estaba demasiado tenso como para sentarse. Se quedó de pie, en medio de la habitación, luchando por no agarrarla de los brazos y sacudirla exigiéndole que le dijera la verdad.


—Sí, sí ha venido.


Paula estrechó al niño con fuerza, y Pedro lo notó.


—¿Qué ocurre, Pedro? ¿Por qué me miras así?


—Ezequiel estuvo ayer en San Diego, en viaje de negocios —cuando Paula alcanzó a comprender lo que significaban aquellas palabras perdió el color. Aquel era el primer signo de la derrota—. ¿Quieres decirme de quién es el anillo que llevas? Porque desde luego no es de Fernando Hammond, no existe.


Si eso hubiera sido mentira, Paula habría saltado para refutarlo. El hecho de que permaneciera callada era suficiente prueba.


—¿Por qué me has mentido, Paula? —continuó Pedro preguntando.


Pareció pasar una eternidad antes de que ella contestara. 


—Porque no quería que pensaras que había vuelto a Nueva York con la esperanza de que volvieras a aceptarme y a hacerte económicamente responsable de mí.


Pedro solo deseaba la verdad. Y ella se la acababa de decir.


—Pero tú aún me deseas.


Paula se volvió hacia él por fin, cara a cara.


—Jamás he negado que sintiera atracción por tí, pero no tengo intención de hacer nada al respecto. Cuando te dije que había cambiado de opinión sobre nuestro compromiso y me quité el anillo, te lo dije muy en serio. No obstante, ya que tu madre piensa que estoy comprometida con otro, ¿No crees que es mejor dejarlo así cuando vayamos a Nueva York?


Mantendría los ojos y los oídos bien abiertos cuando fueran a Nueva York. Como suele decirse en inglés, olía a rata. Y así lo creía también Ezequiel. 

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