viernes, 12 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 18

 –¿Qué es lo que de verdad te trae por aquí?


–Paula está interesada en alquilar tu cuarto de arriba.


Jorge se encogió de hombros.


–Ni siquiera he estado ahí arriba desde que Vanina se mudó.


–En ese caso, nosotros lo limpiaremos.


La mirada de Jorge se encontró con la de Paula.


–No es gran cosa.


–No necesito que sea gran cosa –dijo ella–. Es sólo por un tiempo, hasta que acabe la obra.


Jorge entró por la puerta doble a la cocina y unos segundos más tarde estaba de vuelta con una llave.


–Enséñasela tú, Pedro. No puedo irme en este momento.


–Vamos –dijo Pedro levantándose.


Paula se llevó un trozo de tostada y dió un trago grande de su café.


–Una chica se puede morir de hambre estando contigo.


Llevó a Paula de la mano a través de la cocina, después salieron por la parte de atrás y subieron las escaleras. Cuando Pedro abrió la puerta, ella intentó no tener ninguna reacción, pero le costó. Aunque la habitación estaba recogida era oscura y sombría. Y pequeña.


–No mentías cuando dijiste que no era gran cosa –entró en el exiguo cuarto de baño, que tenía lo estrictamente necesario.


–Tienes que ver lo positivo –dijo Pedro.


Ella puso cara de extrañeza.


–Que sería…


–Estás mucho más cerca de la obra.


Eso era cierto. Sus padres vivían al otro lado de la ciudad.


–Tampoco se puede decir que en Haven haya un tráfico excesivo en horas punta.


–No tendrías que seguir defendiéndome ante tu padre.


–¿Qué te hace pensar que te defiendo?


Pedro se encogió de hombros.


–Bueno, podrías evitar tener que informarle cada día.


Ésa era la mejor razón.


–Voy a echar de menos la comida que hace mi madre.


Pedro la siguió hasta la cocina. 


–Jorge sirve una cena estupenda todas las noches. Se parece mucho a la de mi madre.


Paula miró hacia la encimera, donde había un azulejo roto.


–No parece que haya suficiente espacio para dar una fiesta –dijo ella suspirando.


Ambos se miraron. Un mechón de pelo moreno caía por la frente de él. Estaba sexy, pero Paula no se lo podía decir.


–En ese caso tendrías que invitar a menos gente –sugirió él–. A mí, por ejemplo, me gusta más cuando se reúne menos gente, es más íntimo.


Paula estaba hecha un lío sólo de pensar si quedarse o no con ese departamento, o lo que era peor aún, de pensar que Pedro era el que estaba allí con ella. Pero una vez que estiró el brazo y le tomó la llave a él ya no pudo detenerse.


–No voy a tener tiempo de hacer ningún tipo de fiesta.


–Sólo trabajo y ninguna diversión te hará una chica sosa.


–Lo siento, así soy yo.


Ahí estaba otra vez ese destello sexy de él.


–Ya veremos qué se puede hacer para cambiar eso. 

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