viernes, 5 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 2

Pedro no lo dudaba, no en vano durante el fin de semana su hermano, Federico, lo había convencido de que tenía que mantener la cabeza fría si quería acabar esa obra. Se fue resuelto hacia la caseta. Muy bien, trabajaría con un gerente, pero primero tenía que dejar unas cuantas cosas claras, y cuanto antes, mejor. Subió los escalones de madera, abrió la puerta y entró.


–¿Qué diablos le da derecho a impedir que mis obreros empiecen a trabajar?


Se quedó de piedra cuando encontró a una mujer, y no a un hombre, sentada a la mesa de él. Se trataba de una belleza de pelo castaño rojizo, de piel blanca y sedosa, con una amplia e incitante boca cuyos labios invitaban con ahínco al beso. Y cuando levantó la cabeza para mirarlo con esos grandes ojos verdes, a él sólo le quedó suficiente aliento para exhalar su nombre.


–Paula…


–Hola, Pedro –dijo con esa voz ligeramente ronca que en los últimos doce años él nunca había podido sacarse de la cabeza–. Ha pasado mucho tiempo.


No era lo suficiente para olvidar. Pedro la miraba mientras ella se acercaba bordeando la mesa. Con una estatura de un metro setenta y seis, Paula Chaves era pura perfección. Llenaba de manera apropiada unos vaqueros claros. Demasiado apropiada. Llevaba una camisa de batista holgada que revelaba su delicada figura al mismo tiempo que escondía la generosa curva de sus pechos. Pero él sabía que eran profusos y exuberantes. «Quieto. No caigas en los recuerdos ahora. Sólo te traerán problemas». Movió la cabeza de un lado a otro y volvió al presente.


–Si estás buscando a tu padre, no está aquí.


Paula negó con la cabeza, haciendo que su suelta melena rozara sus hombros.


–Ya he hablado con mi padre esta mañana. Habría estado aquí, pero le dije que quería ocuparme de esto personalmente.


A Pedro no le gustaba cómo sonaba eso.


–¿Ocuparte de qué?


–Soy la nueva gerente del proyecto.


Para Pedro era el peor día de su vida.


–No me lo puedo creer.


Él sabía que Chaves podría jugar sucio, pero lo que no esperaba era que permitiera a su preciosa hija acercarse a menos de tres metros de un Alfonso, sobre todo del chico malo de los Hunter al que había repelido años atrás. 


A pesar de que Paula había tenido una semana para preparar ese encuentro, todavía estaba nerviosa. Trabajando en el negocio de la construcción se había llegado a acostumbrar a que los hombres le clavaran la mirada, e hicieran comentarios fuera de tono, pero ese hombre la podía hacer abochornarse con tan sólo una mirada. ¿Cómo había permitido que su padre la convenciera para eso? Lo último que necesitaba era a Pedro Alfonso otra vez en su vida. En cualquier caso, ¿Cuántos rechazos podría soportar una mujer? Intentaba no mirarlo, pero con Pedro siempre había sido difícil resistirse. Medía un metro noventa y dos de estatura y era de complexión robusta. Los años de duro trabajo no habían hecho más que templar sus músculos. Pero lo que podía hacer que ella se derritiera en el acto eran sus ojos azul oscuro y esa sonrisa pícara. Tenía que encontrar la manera de no pensar en lo sexy que era y centrarse en el trabajo.


–Si te apetece ver mi currículum… –levantó la carpeta de la mesa y se la dió a él–. Acabo de terminar un proyecto de gran magnitud en Fénix. Puedes llamar a mi padre. Él te puede decir que sus socios me aceptaron para el puesto –tomó aire para tratar de aminorar su rápido pulso–. Parece ser que compartiremos esta oficina.


–Ahora ya sé que tu padre está loco –declaró él, sin abrir la carpeta–. Ya hemos tenido suficientes contratiempos, y tenerte a tí supervisando a mis hombres no va a ayudar. ¿Cómo crees que van a reaccionar contigo intentando tomar el control? 

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