miércoles, 17 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 29

Aunque ella estaba entusiasmada con la idea, sabía que uno de los extraños de los que él hablaba era su padre.


–Eh, ¿Por qué esa cara triste? –Pedro tomó su mano–. No te tienes que preocupar del trabajo esta noche. Esta noche es para que te relajes. Ha sido una semana ajetreada.


Pedro la sacó de la mano a la pequeña pista de baile. Una vez en sus brazos, Paula olvidó cualquier razón por la que no debería estar haciendo eso, Pedro la abrazó contra él. Ella no pudo resistir la tentación de dejarse caer en sus fuertes brazos, y se permitió abandonarse al momento. La música se paró demasiado pronto. Él se apartó un poco, reacio a separarse de ella tan pronto. La quería tener así para siempre.


–¿Todavía te gusta esa canción?


Paula levantó la cabeza para mirarle con esos ojos verdes.


–¿Te has acordado? 


Pedro asintió con la cabeza.


–También me acuerdo de que lloraste cuando vimos la película Ghost – había ido al rancho y la habían visto juntos en el vídeo.


Ella sonrió.


–Esperaba que no te dieras cuenta.


–Era un poco difícil no darse cuenta, cuando tus lágrimas mojaban mi camisa –dijo él, y enseguida añadió–. No es que me importara. A un chico le vale cualquier excusa para abrazar a su chica.


–Eso no era todo lo que querías hacer –murmuró ella.


–¿Qué quieres que te diga? No era más que un adolescente.


Ella dejó de sonreír.


–Sí, y tenías bastante fama.


Ella se soltó del abrazo, y él la dejó ir, consciente de que el momento había pasado.


–¿Te apetece una copa de vino? –Pedro fue a la enfriadera, que estaba en el mostrador, y llenó dos copas. Le ofreció una a ella.


–Me puede entrar sueño con esto –dijo Paula después de beber un poco.


–Corro ese riesgo. Es más, espero que te relaje lo suficiente para que pases un buen momento.


Paula olfateó el aire.


–Si ésa es la lasaña de Jorge, seguro que paso un buen momento.


–Así que tengo que darte de comer para que me prestes atención.


Ella levantó las cejas y él estuvo a punto de besarla.


–Mientras tenga comida tienes toda mi atención.


La acompañó a la mesa.


–Tus deseos son órdenes para mí –fue a la cocina y salió con dos platos de lasaña.


Pedro se sentó frente a ella. No pudo evitar sonreír cuando la vió cómo se tiraba a la comida. Y sonreír siempre estaba bien para empezar.

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