viernes, 19 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 31

Miró al otro lado de la oficina y vió que Pedro se estaba fijando en ella. 


–¿Pasa algo? –preguntó él.


Sus emociones estaban muy recientes para ocultarlas. Hizo de tripas corazón y sacó fuerzas para levantarse.


–Nada que algo de comer no pueda ayudar a resolver. ¿Quieres que te traiga algo cuando vuelva? –rezó para que Pedro no pidiera ir con ella.


–Si no es mucha molestia, me gustaría que fuera una hamburguesa con queso y patatas fritas –se echó mano a la cartera.


Paula  no quiso aceptar el dinero.


–Yo invito. Tú pagaste el desayuno el otro día.


–No importa.


Paula casi había llegado a la puerta cuando Pedro la detuvo. Aguantó la respiración.


–Si no estoy aquí cuando vuelvas, estoy fuera trabajando. Llámame por la radio –por un momento se miraron frente a frente, el silencio se prolongó entre ellos, ambos fueron conscientes de su deseo sexual.


Él habló primero.


–¿Estás segura de que estás bien?


Paula consiguió afirmar con la cabeza ante la sincera preocupación de él.  Era tan tentador para ella recostarse en su hombro… ¿Pero podía poner en riesgo su corazón otra vez con él?


Veinte minutos más tarde, Paula entraba en el Good Time Café. Estaba lleno de gente, pero el suave sonido de la música amortiguaba el ruido de las conversaciones. Dió una pasada con la mirada por los compartimentos con mesas y sillas, vio a varios jóvenes estudiantes de secundaria agrupados en la máquina de discos. Centró la atención en uno alto, larguirucho, con pelo rubio demasiado largo. Su hermano, Gonzalo. Ella sonrió. No había visto mucho a Gonzalo desde que ella se había mudado. A lo mejor podía convencerlo para comer juntos. Fue pasando por la zona de mesas hasta llegar a la diminuta pista de baile que se hallaba frente a la vieja máquina de discos.


–Hola, Gonzalo.


Él se giró, dejó de sonreír cuando la reconoció.


–Paula. Hola.


–¿Cómo es que no estás en el instituto?


–Sólo hemos tenido clase hasta mediodía –se metió las manos en los bolsillos–. Así que aquí estoy pasando el tiempo.


–Si no tienes clase, ¿Por qué no te vienes a la obra? Te puedo enseñar lo que estamos haciendo.


Su hermano se sorprendió.


–¡No! ¿Por qué iba a querer yo hacer eso? –miró a sus amigos–. Ya tenemos planes. Y nos tenemos que ir.


Empezaron a irse, pero Paula paró a su hermano mientras los otros se dirigían a la puerta.


–Gonzalo, esperaba poder pasar un rato contigo. Si no hoy, quizá en otro momento.


–¿De repente quieres hacer de hermana mayor? Te fuiste de nuestra casa para ir con el enemigo.


¿Cómo podía él pensar eso de ella?


–¿Pero qué dices?


–Te llevas fenomenalmente bien con los Alfonso.


–Trabajo con Pedro.


–¿Eso es lo que estaban haciendo hace dos semanas cuando él estaba en tu departamento?


¿Había ido su hermano al departamento el día que ella fue al rancho? 

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