viernes, 19 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 34

Miguel Chaves entró en la caseta oficina, con aspecto de estar irritado y enfadado. Paula se echó para atrás, pero Pedro no dejó que el padre de ella lo intimidara.


–¿Qué quieres, Chaves?


–Quiero saber por qué demonios no estás trabajando –no articulaba bien las palabras. Se tambaleó al dirigirse hacia la mesa. ¿Estaba bebido?–. ¿Por qué no estás fuera trabajando con tus hombres?


–Estoy trabajando aquí.


–No me creo nada. Paula puede ocuparse de la oficina. Así que agarra un martillo y ponte a clavar, Alfonso.


–Papá, por favor –fue hacia él–. Pedro tiene toda una plantilla trabajando y estamos casi al día con los plazos.


–Lo quiero ahí fuera –apuntó con el índice.


Pedro no podía aguantar más. Le daban ganas de llamar a uno de los otros socios para que vieran esa otra cara de Miguel Chaves. Entonces Paula tomó la iniciativa.


–Papá, qué te parece si te llevo a casa y te pongo al corriente de cómo van las cosas –intentó persuadirle–. Mamá puede prepararte algo de comer.


–No tengo tiempo. Este proyecto va con retraso –insistió el padre sin mucha convicción. Parpadeó y empezó a dar tumbos. Tropezó y Pedro corrió a su lado.


–Eh, Miguel. Más vale que te sientes.


–Aparta tus manos de mí, Alfonso.


Pedro llevó a Chaves hasta una silla, por lo que no había tenido muy en cuenta la fútil discusión. No olía nada a alcohol, pero la piel la tenía húmeda y pegajosa al tacto, sudaba en abundancia. Algo le pasaba.


–Miguel, ¿Has tomado alguna medicación?


Miguel agarró del cuello de la camisa a Pedro.


–Eso a tí no te importa.


–Lo siento, Pedro –dijo Paula–. Tengo que llevarlo a casa.


–Paula, no pretendo fisgonear, pero… ¿Ha estado bebiendo tu padre?


–Mi padre no ha estado bebiendo. Es… diabético. No quiere que lo sepa nadie.


Pedro fue inmediatamente al pequeño frigorífico que había en el rincón, sacó una botella de zumo de naranja y la abrió. Se la ofreció a Chaves.


–Tómate esto, Miguel.


–No quiero nada de eso –lo rechazó tímidamente.


–Paula, haz que tu padre beba un poco. Voy a llamar a una ambulancia – ella asintió, Pedro sacó su móvil, marcó el número de emergencias y explicó la situación al operador–. Ya vienen para acá.


Llegaron en diez minutos. Mientras el personal sanitario se ocupaba de Chaves, Pedro salió de la caseta llena de gente, en ese momento llegaba el coche patrulla del sheriff. Federico salió del vehículo.


–¿Qué ha pasado?


Pedro se dió cuenta de que no estaba tan calmado como creía.


–Miguel Chaves empezó a comportarse de manera confusa y fuera de sus cabales. Supongo que es un bajón de glucosa, les puede pasar a los diabéticos.


Veinte minutos más tarde, Chaves se encontraba en una camilla a punto de entrar en la ambulancia. Paula iba detrás, parecía pálida y asustada. Pedro se acercó a ella.


–¿Qué tal está?


–Está mejor, pero se lo llevan al hospital. Tengo que ir con él.


–Por supuesto.


Nuevas lágrimas brotaron en los ojos de ella. 

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