miércoles, 24 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 45

 –Paula… estás guapísima.


–Lo mismo digo –dijo en voz baja.


–Creo que la ocasión lo merece.


La abrazó y su boca bajó hasta la de ella para besarla con ganas. Ella le echó los brazos al cuello mientras él se abría camino entre sus labios para saborearla. Pedro retiró la boca y juntó su frente con la de ella.


–Te quiero, Paula Chaves. Te quiero como nunca he querido a nadie en mi vida. Y si no te sacó de esta habitación, voy a acabar arrancándote ese bonito vestido.


El pulso de Paula se aceleró.


–A lo mejor es eso lo que quiero que hagas –repuso desafiante.


Pedro se quedó helado, con miedo a creer lo que acababa de decir Mariah, y sabiendo que todavía había muchos obstáculos entre ellos dos.


–¿Lo dices en serio? –Pedro la miraba desde arriba por su diferencia de estatura–. ¿Quieres que te haga el amor? 


Ella lo miró a los ojos y afirmó con la cabeza.


–¿Y qué pasa con tu padre? ¿La enemistad de tu familia con la mía?


–No es nuestra enemistad –se puso de puntillas y lo besó–. Cuando Rosa se casó con tu abuelo fue porque se amaban el uno al otro. Ésa es la única razón por la que dos personas deberían estar juntas.


–Ésa es la razón por la que nosotros deberíamos estar juntos –Pedro le dió un beso largo y apasionado–. Paula, cásate conmigo.


Paula no podía pensar racionalmente. No lo había hecho desde que Pedro había vuelto a su vida. Se vió aceptando con la cabeza la loca, increíble y maravillosa propuesta. 


Antes de que pudiera cambiar de opinión, Pedro ya la tenía en un taxi camino del ayuntamiento en busca de una licencia de matrimonio, después a la vuelta se dirigieron en el taxi a una capilla. Las palabras de ánimo de él la sobrecogían; sus besos la anonadaban. Todo lo que ella quería era casarse con el hombre que amaba. Después todo lo demás saldría bien. Tenía que salir bien. Pedro le dió un ramo de rosas blancas y se quedó en pie a su lado hasta que el sacerdote comenzó a oficiar. Paula se encontraba concentrada mirando a Pedro cuando escuchó la frase.


–Yo los declaro marido y mujer.


Acto seguido la boca de Pedro fue en busca de la de Paula. Estaba totalmente abstraída. Cuando acabó de besarla la sonrió.


–Bueno, señora Alfonso, ¿Qué te parece si volvemos al hotel y lo celebramos? 




Tres intentos tuvo que hacer Pedro en el hotel para meter la tarjeta de la puerta en la ranura, pero al final consiguió abrirla. Se volvió hacia Paula y la levantó en brazos.


–Quiero hacer esto bien –dijo antes de pasar con la novia por la puerta.


Paula se agarró a su cuello y él la besó. Cuando ella gimió y se agarró con más fuerza Pedro sintió la rápida respuesta de su cuerpo. Se quedó parado y respiró hondo.


–Tendremos que dejarlo para más tarde. 


Llevó a Paula al centro de la suite donde en una mesa, vestida con mantel blanco e iluminada con altas velas blancas, se encontraba la cena de boda. Había más velas titileando por toda la habitación, además de varios ramos de flores.

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