miércoles, 10 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 15

A las seis y media de la mañana siguiente, Paula entraba en el Good Time Café. No se sorprendió de que el restaurante estilo años cincuenta estuviera lleno. El sitio siempre había tenido éxito en Haven y al parecer eso no había cambiado. Miró alrededor y vio el mobiliario rojo de vinilo dispuesto a lo largo de las ventanas. Una joven camarera pasaba a toda prisa sirviendo por las mesas, mientras en la máquina de discos sonaba una vieja canción de las Supremes, Baby Love. Reconoció a varios de los trabajadores de la obra según iba buscando por el local. Hasta que encontró a su hombre sentado en la barra. Le sobrevino un ataque de consciencia. Un extraño beso no convertía a Pedro Alfonso en su hombre. No podían permitirse el lujo de tener algo más entre ellos. Necesitaban poner toda su concentración en el proyecto. Se dirigió a donde se hallaba él. Estaba metido en una conversación con el hombre que tenía al lado y de repente echó la cabeza hacia atrás y se puso a reír. Últimamente no había visto a Pedro así de relajado. Sabía que no era fácil para él trabajar con ella. La sonrisa de él se moderó cuando se levantó para saludarla.


–Me alegro de que hayas venido.


–Pensé que si no aparecía irías a buscarme para traerme.


–Estás en lo cierto –la tomó del brazo y la llevó a la barra–. Paula, ¿Te acuerdas de mi hermano, Federico?


Ella le tendió la mano con una sonrisa.


–Tengo entendido que ahora es el sheriff Alfonso.


El alto y apuesto hombre con su uniforme caqui se levantó y le estrechó la mano.


–No por mucho más tiempo, lo dejo en pocos meses. Me alegro de volver a verte, Paula. Han pasado unos cuantos años.


Se sorprendió de que la antigua estrella del equipo de rugby se acordara de ella.


–Sí que han pasado. He estado viviendo cerca de Fénix.


–Pedro me dice que lo estás ayudando mucho a corregirse.


–Bueno, la verdad es que lo necesita –se sentó en un taburete libre al lado de Federico.


Éste se reía a la vez que le contaba no pocas cosas de su hermano menor.


–Te deseo suerte, la familia hace tiempo que lo dejó por imposible.


–Pero bueno, que estoy aquí –informó Pedro–. Fede, ¿No tienes trabajo que hacer o una esposa con la que estar en casa?


–Ahora mismo no –y se volvió sonriendo hacia Paula–. Aquí están las cosas mucho más interesantes.


A Pedro no le gustaba nada cómo se estaba comportando Federico. Sonriéndola y siendo tan empalagosamente dulce. Estaba casado. Justo en ese momento un cliente dejó libre un taburete al otro lado de Paula, y Pedro se sentó.


–Bueno, tenemos asuntos de los que hablar, así que piérdete un rato –dijo él, repudiando la repentina posesividad de su hermano con Paula.


Paula miró a Pedro.


–No empezamos a trabajar hasta las siete. Ya que estoy aquí, podría comer algo.


–Si quieres un desayuno yo te pido un desayuno – hizo una señal con la mano para llamar la atención de la camarera.


Ésta se apresuró hacia la barra.


–¿Qué te traigo, Pedro? ¿Más café?


–Si fueras tan amable, Romina; y aquí para Paula, el desayuno especial.


Miró a Paula y se dió cuenta de que no le había gustado que pidiera el desayuno por ella. 


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