lunes, 1 de febrero de 2021

Perdóname: Capítulo 67

Pedro preparó ropa limpia y anunció que se iba a la ducha. Nada más cerrar la puerta del baño y abrir el grifo, llamó por teléfono. Sus amigos contestaron por los dos aparatos, y a ninguno le sorprendió enterarse de que el novio de Paula no existía.


—Tengo una deuda contigo, Ezequiel.


—Bueno, solo hice un trabajillo de detective.


—Pues ese trabajillo de detective está despejando la niebla. Ahora lo veo todo más claro, tal y como tú dijiste, Dom.


—Eso es bueno, mon ami.


—Paula aún no lo sabe, pero dentro de unos minutos voy a llevarla a Denver para hacer unas compras antes del viaje. Pasaremos la noche en el hotel del aeropuerto, y así mañana por la mañana embarcaremos en el avión a primera hora de la mañana. Eze, puedes venir y quedarte en el remolque, estás en tu casa. Dejaré las llaves en el dintel de la puerta del establo. Las chicas acaban de llenar la nevera, está todo a tu disposición.


—Te tomo la palabra.


—Es lo menos que puedo hacer por ti después de lo que has hecho tú por mí.


—Cuando llegues a Nueva York, no confíes en nadie —le recordó Dominic una vez más.


—Lo sé, lo tendré en cuenta.


—Marchen en paz —murmuró Ezequiel.


—Amen —contestó Dom—. Espera un momento, mon vieux, mi mujer quiere decir una última palabra.


Pedro se aferró al auricular.


—¿Pedro?


—¿Sí, Leticia?


—Paula y yo tuvimos una charla amistosa ayer. No es que dijera nada revelador, se trata más bien de lo que no dijo. Hubo un momento en el que corrió al baño y se echó a llorar. Solo una mujer enamorada hace eso. 


En lo más profundo de su alma, Pedro deseaba creerla, pero si no había misterio que desvelar a propósito de su familia, y Paula, sin embargo, seguía insistiendo en volver a San Diego…


—Gracias por contármelo, Leticia. Eres maravillosa.


—Es que me gusta Paula, en serio, ¿Sabes? —contestó ella con voz trémula.


Sí, lo sabía. El recuerdo del erótico beso compartido la noche anterior sobre Coral había iniciado un incendio forestal.


—Los llamaré pronto. Cuídate, Leticia.


Pedro colgó el teléfono y comenzó a desvestirse. Diez minutos más tarde salió del baño vestido y listo para poner en marcha sus planes. Paula estaba en el dormitorio, cambiándole el pañal a Baltazar.


—Ya que tienes que vestirlo, ponle el abriguito azul también.


—¿Por qué? —preguntó Paula atreviéndose a levantar la mirada.


—Porque vamos a pasar la noche en Denver. Quiero llegar allí antes de que cierren las tiendas. He estado pensando en lo que dijiste de olvidar el pasado por el bien de Balta. Mamá se ha tomado la molestia de preparar una gran fiesta para mi padre, habrá un montón de invitados distinguidos: gente de la banca, senadores, presidentes de fundaciones, parientes de Inglaterra y de Grecia, champán, orquesta y música. Si vamos a asistir, tenemos que hacerlo a lo grande. Mi madre habrá contratado fotógrafos. Algún día, cuando Balta sea mayor, querremos que nuestro hijo esté orgulloso de nosotros. Va a ser una fiesta elegante, mi madre jamás ha sabido hacer las cosas de otro modo, así que iremos de compras y buscaremos algo largo y bonito para tí y un traje de etiqueta último modelo para mí. Creo que hay trajes de etiqueta para niños también, así que vamos a ver qué podemos hacer por Balta. Va a ser un viaje corto, yo tengo que estar aquí el domingo por la noche para discutir de asuntos importantes con Dominic y con Ezequiel, así que no hace falta que llevemos gran cosa. Excepto todo lo de Balta, por supuesto. Me gustaría salir dentro de veinte minutos.


Pedro la dejó ahí de pie, con expresión atónita, y sacó las llaves del remolque del llavero para dejarlas en el establo. Por primera vez en casi un año volvía a sentir que controlaba su vida. Era una sensación maravillosa. 

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