lunes, 22 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 37

Él le sostuvo la mirada.


–Y me importabas mucho.


La garganta seca de Paula la hizo tragar saliva.


–Y a mí me importabas un montón tú, pero mi padre me causaba muchos problemas. Ir a estudiar fuera no parecía mala solución en aquel momento… Para todo.


Pedro le tomó la mano.


–Ahora somos mucho más maduros y supuestamente más cabales. Me alegro de que hayas vuelto. Y espero que te quedes.


Eso ya era demasiado. Ella no quería que él la hiciera albergar esperanzas otra vez.


–Pedro, ahora mismo no puedo pensar en otra cosa que no sea este proyecto… Y mi familia.


Pedro le puso un dedo en los labios.


–No malgastes energía dando explicaciones, Paula. Entre tú y yo siempre ha habido algo; desde que fui a aquella reunión escolar y te ví por primera vez. Madre mía, me dejaste sin respiración cuando me sonreíste.


Pedro la miraba mientras los bonitos ojos verdes de ella se abrían del todo. Lo había echado todo a perder años atrás. Ahora era la oportunidad de jugar sus cartas.


–Ya que estamos siendo sinceros, Paula, quiero acabar lo que te estaba diciendo antes.


De repente, ella hizo un movimiento para irse.


–Creo que es mejor dejar las cosas como están.


Pedro no iba a permitir que ella negara lo que había entre ellos. Fue detrás de ella.


–Dijiste que no te gustaba que jugara contigo calentando y enfriando lo que hay entre nosotros –estiró el brazo para agarrarla–. Y nosotros dos sabemos que siempre que nos aproximamos sin duda alguna se calienta –la estrechó en sus brazos y le cubrió la boca con la suya.


Paula estaba aturdida. Finalmente cedió y se dejó caer contra él.


–He querido hacer esto desde que te dejé en tu puerta el viernes por la noche.


Pedro pasó un dedo por el labio inferior de Paula, y ella perdió la capacidad de resistencia. Era una pequeña caricia, pero que le metió el fuego en el cuerpo, causándole dolor. Él le dio otro pequeño e incitante beso en ellabio de abajo.


–Dime que querías verme tanto como yo a tí.


Todo se iría abajo si ella le dijera la verdad. Aun así, no pudo refrenarse.


–Sí –confesó ella antes de entregarse a otro beso.


Cuando él retiró su boca a ella le costó trabajo poder respirar.


–Sólo dime que nos daremos otra oportunidad –dijo él.


–Pedro, no podemos dejar que nuestros sentimientos obstaculicen nuestros trabajos.


–No pongas tantos impedimentos. Podemos hacer el proyecto Paradise y además pasar parte de nuestro tiempo libre juntos.


Ella se rió.


–Ahora me doy cuenta de que estás loco.


Se miraban fijamente.


–Claro, por tí. 

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