miércoles, 17 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 28

Paula se quedó anonadada ante su brusquedad.


–Tardé tanto tiempo en contestar al teléfono porque estaba dormido… y soñando contigo –soltó una gran bocanada de aire–. Y, cariño, el sueño era como poco para mayores de dieciocho años, y habría llegado a X si no suena el teléfono.


Se acercó un paso más a ella.


–De alguna manera me alegro de que me interrumpieras, porque quiero que seamos los dos los que vivamos eso juntos –la besó en la punta de la nariz y se fue con decisión. Sabía que ella todavía no estaba preparada para confiar en él. Y esa confianza era lo primero para él.




Eran más de las ocho de la tarde de ese mismo día, cuando Paula, exhausta, entraba en su pequeño departamento. Cuando acabaron de hacer limpieza en la obra la pasada noche, Pedro la había seguido hasta casa. Después de muy pocas horas de sueño, estaba de vuelta en la obra, allí se encontró con que Pedro y Federico la estaban esperando. Hablaron de manera extraoficial con el sheriff del incidente de la noche anterior. El hermano de Pedro prometió incrementar las patrullas alrededor de la zona, esperaba que eso mantuviera alejados a los intrusos. Ahora estaba en casa, Paula se quitó la ropa de trabajo y se metió en la ducha. Dejó que el agua caliente relajara su cuerpo más tiempo de lo habitual. Esa noche sólo le apetecía cenar algo, ver un poco la televisión y dormir mucho. No tenía mucha comida y estaba pensando en pedir algo del Pizza Palace cuando alguien llamó a la puerta. No esperaba a nadie. Abrió la puerta y vió a Pedro con la luz de fuera.


–Pedro, ¿Qué haces por aquí?


Pedro relajó un poco la sonrisa.


–Bueno, seguro que sabes hacer sentirse bien recibido a un chico –sin esperar a ser invitado a entrar, pasó por delante de ella y se metió en su pequeño departamento.


–Mira, Pedro. Estoy realmente cansada esta noche. Justo ahora iba a pedir algo de comida.


–Me alegro de que no hayas cenado. Me gustaría llevarte a cenar fuera.


Eso no era lo que ella necesitaba. Ya la hacía sentir bastante mal el hecho de que él supiera que ella había tenido celos.


–No me apetece nada tener que vestirme y salir.


–Así como estás vas perfecta. Además, no vamos a ir muy lejos.


Abrió la boca para oponerse, pero no pudo, sobre todo después de que Shane alargara la mano para tomar la suya y mantenerla agarrada.


–Bien, de acuerdo, tengo que cenar. Pero no quiero estar fuera hasta muy tarde.


–Me parece muy bien.


Ella asintió con la cabeza, después fue a ponerse unas sandalias y se metió deprisa al baño. Se pasó un cepillo por el pelo y se pintó los labios, odiaba estar deseando pasar el resto del día con Pedro. Respiró hondo varias veces para relajarse, y salió.


–Has hecho bien en soltarte el pelo –dijo Pedro sonriendo.


Hizo que ella pasara su brazo por el de él, salieron y bajaron las escaleras. En lugar de dirigirse hacia el coche de él, la sorprendió llevándola a la cafetería por la puerta de atrás. Atravesaron la cocina, en la que no había nadie y sólo una pequeña luz alumbraba encima de la plancha, y salieron al salón.


–Oh, Pedro.


El restaurante estaba cerrado, por eso estaba oscuro, propiciaba la intimidad. Unas velas titileando alineadas a lo largo del mostrador proporcionaban una tenue luz. Una de las mesas tenía un mantel blanco, con servicio para dos personas y un florero con rosas en el centro. La máquina de discos ponía la música de fondo, eran los Righteous Brothers cantando Unchained Melody. Paula se giró para tenerle de frente.


–¿Has preparado tú esto?


–En gran parte, aunque Jorge ha hecho la comida. Quería llevarte a algún sitio. Has invertido un montón de horas en el trabajo. Quiero que sepas cuánto te lo agradezco –se acercó un poco más a ella–. Quería llevarte a algún sitio donde pudiéramos hablar sin extraños que nos molesten. 

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