lunes, 15 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 24

Los dedos de él continuaron trabajando el tieso pitón. Ella se estremecía, acercó la boca de Pedro hasta recibirla con la suya. La necesidad se hacía más fuerte, y él no quería otra cosa más que sentir las manos de Paula pasando por su pecho. El sedoso tacto de ella le encendía. La llevó contra la pared y alinearon los cuerpos. Estaban perfectamente ajustados el uno con el otro.


–Siente cómo me pones, Paula –él tenía la respiración agitada. Su boca tomó de nuevo la de ella con otro ávido y necesitado beso. Tenía sujeta a


Paula con fuerza mientras la acariciaba y saboreaba su dulzor. Inesperadamente, Pedro oyó que Federico lo llamaba. Dejó lo que estaba haciendo al instante, a tiempo para ver a su hermano entrando al granero. Lanzó un exabrupto y bajó la mirada hasta ella. Viéndola con la cara encendida y sofocada, sintió que lo necesitaba y le dió un abrazo reconfortante.


–Tranquila, cariño, no pasa nada.


Federico tenía una sonrisa picarona mientras se acercaba hacia ellos.


–Siento interrumpir.


–Entonces, ¿Por qué lo haces? –preguntó Pedro intentando recuperar la calma.


–Sólo quería avisarte, Pedro. Caro y su poco campero productor van a salir. Quieren ir cabalgando a la granja, ahora. Nuestra hermana quiere que vayas con ellos –miró a Paula y sonrió otra vez–. Y a mí también me gustaría. Si deciden usar el Double A como lugar de rodaje necesitarán reconstruir cosas en la vieja cabaña. Y antes de dar mi consentimiento, quiero que pienses en cómo restaurarla.


–Bueno, vamos para allá –notaba a Paula tensa.


Federico asintió con la cabeza.


–Necesito ayuda para reunir los caballos –y salió enseguida sin esperar.


Una vez solos, Pedro abrazó a una Paula reacia.


–Siento que Fede nos interrumpiera.


Ella no le miraba.


–Quizás ha sido lo mejor. Escucha, no es necesario que yo vaya cabalgando con ustedes. Me quedo aquí tranquilamente haciendo compañía a Vanina.


Ya había echado a andar cuando él la detuvo.


–Mi madre se quedará haciendo compañía a Vanina. Me gustaría que vinieras –aun sabiendo que se estaban liando demasiado, lo decía en serio–. No quiero que el tiempo de estar juntos se acabe aquí. Te prometo que tendré las manos quietas.


Ella se burlaba medio sonriendo.


–No son sólo tus manos lo que me preocupa.


–Muy bien, no te besaré –estiró la mano para agarrarla–. Pero eso será luego, ahora necesito algo que me consuele –en ese momento, su boca se fundió con la de ella en un largo beso.


Paula sabía que estaba loca. Loca por Pedro Alfonso. Yendo al paso encima del caballo a lo largo del camino, se dió cuenta de que nada había cambiado durante los años que había estado fuera de Haven. Había comparado con Pedro a cada uno de los hombres con los que había intentado tener una relación, y ninguno daba la talla. ¿Pero cómo podía permitirse a sí misma tener sentimientos hacia ese hombre, si tenía miedo de permitirse confiar en él? Nunca podría amar a un hombre en el que no pudiera confiar. Eso sin contar con el hecho de que su padre probablemente la repudiaría como hija. Por muy absurdas que fueran las razones de Miguel Chaves para odiar a los Alfonso, él no iba a cambiar. ¿En qué situación la dejaba eso a ella? Tendría que elegir a uno de los dos hombres. Como si Pedro supiera que estaba pensando en él, la miró volviendo la cabeza y le guiñó el ojo. Su pulso empezó a acelerarse al recordar los besos que se habían dado en el granero.

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