viernes, 5 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 4

La dejó pasar delante. Ella sentía sobre sí la mirada fija de él y de todos los hombres del grupo. Pedro apareció tras ella.


–Escuchen todos. Siento que hayan tenido que esperar esta mañana, pero va a haber algunos cambios de los que tienen que estar enterados antes de que volvamos al trabajo –miró a Paula–. Me acompaña Paula Chaves. Ha sido contratada para trabajar como gerente del proyecto Paradise –hubo murmullos y refunfuños en el grupo–. Yo sigo siendo vuestro jefe, y me darán cuentas a mí, pero ella estará al mando de la oficina haciendo pedidos, recibiendo el material y evitando que tengamos retrasos. Así que cuiden sus modales y cooperen con ella –la miró de nuevo–. ¿Quieres añadir algo?


Paula tenía mucho que decir, pero no estaba por la labor de pelearse con Pedro delante del personal.


–No, de momento no.


Él se dirigió de nuevo a sus hombres.


–Bueno, pues nos ponemos a trabajar.


Paula volvió a la caseta, pidiendo fuerzas para aguantar ese trabajo. Se había preguntado cien veces por qué había aceptado el reto de esa difícil tarea… Además del de Pedro Alfonso. Cuando iban al instituto Pedro puso fin a una relación con ella. Le rompió el corazón y le costó años recuperarse de la ruptura. Ahora era ella misma la que estaba yendo a pecho descubierto hacia el dolor y dejándose arrastrar a esa ridícula disputa familiar que ya duraba décadas. Echó mano del teléfono. Lo primero que necesitaba era una mesa. No había manera compartiendo la de Pedro. Se fijó en la montaña de papeles que había encima. Su mirada continuó recorriendo la caseta oficina hasta llegar a la mesa de dibujo abarrotada de planos. ¿Cómo podían encontrar ellos algo? En un rincón sin ocupar determinó que había espacio para una mesa pequeña. Y estaba lo bastante lejos de la de Pedro como para posiblemente no tener que molestarse el uno al otro.


–¿Ya vas a llamar a papá para quejarte?


Ella giró la cabeza y encontró a Pedro de vuelta, dentro.


–Quiero que sepas una cosa, yo no acudo a nadie a pedir ayuda.


–No, más bien, él ha ido a pedírtela a tí. Imagina que te necesita para que espíes al gran malvado de los Alfonso.


Paula no le prestó atención mientras hablaba al teléfono.


–Me quedo con el trabajo, pero necesitaré una mesa.


Recorrió con la mirada el desordenado habitáculo con las papeleras rebosando y montones de cajas de pizza vacías, puso cara de asco.


–Y personal de limpieza. Este sitio es una pocilga.


Colgó y miró a Pedro.


–Como puedes ver, no tengo problemas para que me suministren lo que quiero. Te lo advierto, Pedro. No soy la muchacha insegura que recuerdas – era mentira–. He trabajado en la construcción con personal que ha criticado despiadadamente a las mujeres gerentes y las ha despreciado como a un perro. Sobreviví e hice mi trabajo, y lo hice bien. Nosotros podemos trabajar juntos o en contra el uno del otro. A mí me gustaría trabajar en equipo. Hará nuestros trabajos más llevaderos –levantó las cejas–. Y si damos la apariencia de llevarnos bien, mi padre se pondrá de los nervios. 

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