miércoles, 17 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 26

Pedro tomó a Paula en sus brazos, deleitándose con su tentadora dulzura mientras el cuerpo de ella se moldeaba pegado contra el suyo. Una necesidad imperiosa afloró en él cuando la boca de ella se abrió con ganas de recibir su beso. El deseo se hacía más fuerte con ella aceptando todo lo que él le daba, pidiendo más. La echó sobre la cama, el peso de sus cuerpos hacía ceder el colchón, las sábanas frescas, al contacto con la encendida piel de los dos, nada podían hacer para bajar esa fiebre. Él había pasado tanto tiempo sin poder pensar en otra cosa que no fuera Paula… Tanto tiempo hacía que la quería…


–Pedro… hazme el amor –susurró ella mientras se echaba hacia atrás.


–Con mucho gusto –dijo él colocándola debajo de sí…


En ese momento, de repente sonó un timbre. Intentó no prestarle atención, pero cada vez sonaba más fuerte y la voz de Paula se desvaneció.


–¡No! –gritó él–. No te vayas.


Con un lamento, se incorporó en la cama, dándose cuenta de que todo había sido un sueño, y de que el timbre era el del teléfono. Lo descolgó para ver quién era.


–Más vale que sea algo importante –gritó, respirando con desasosiego.


–¿Qué te parece que hayan entrado otra vez en la obra? –dijo Paula.


Estaba todavía agitado cuando miró el reloj de la mesilla, eran las dos y cinco de la madrugada.


–¿Paula?


–El guarda de seguridad no ha podido localizarte y me ha llamado a mí. Debes de dormir como un tronco.


Se pasó una mano por el pelo, y trató de reponerse. 


–Bueno, pero ya estoy despierto. Te veo en la obra dentro de media hora.


Paula se acababa de bajar de su vehículo cuando el de Pedro frenó en seco al lado de donde lo había hecho ella. Salió abrochándose los botones de la camisa. Una descarga de sensaciones asaltó a Paula cuando vió el pelo revuelto de Pedro y el sexy aspecto somnoliento de su cara. ¿Había apagado el teléfono porque no quería que le molestaran? ¿Había estado con una mujer? Recordaba la voz fatigada de él cuando por fin contestó al teléfono. Ella no quería preocuparse por eso, pero se preocupaba. Pedro saludó con la cabeza de manera seca a Paula.


–¿Dónde está Adrián?


–No lo he visto, acabo de venir y estoy sola. Pero me voy a enterar –se fue por el embarrado terreno hacia la nueva fila de casas en construcción.


Pedro la alcanzó.


–¿Te dijo algo por teléfono? ¿Los han pillado?


Paula se paró.


–Mira, Pedro. Sé lo mismo que tú. Si no hubieras estado tan ocupado podrías haber contestado al teléfono y podrías haber preguntado a Adrián tú mismo – echó a andar de nuevo, pero él la detuvo.


–¿De qué demonios estás hablando? No hacía otra cosa que dormir.


–Si tú lo dices –odiaba estar celosa. ¿Qué le importaba a ella si estaba con otra mujer? Dejó de pensar en ello. Era asunto de él.


Las luces de seguridad resaltaban la pausada y tranquila sonrisa de Pedro.


–¿Has pensado que estaba con una mujer?


Se puso tensa.


–No me importa con quién pasas el tiempo. A menos que repercuta en el trabajo.


Esa vez echó a andar y no paró hasta que encontró a los dos guardas de seguridad, Adrián Shields y Gerardo Turner, junto a uno de los chalés.


–Perdona por haberte llamado, Paula –dijo Adrián, un ex marine fornido que todavía llevaba el corte de pelo militar.


–Pensé que esta vez los teníamos –dijo el otro guardia, Gerardo, éste tenía una complexión menos fuerte, pero era experto en artes marciales.


–¿Han dañado algo? –preguntó Pedro cuando se acercó tras ella. 

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