lunes, 15 de febrero de 2021

Enemigos: Capítulo 23

Después, por la tarde, Pedro se dirigió al granero en busca de Paula. Sabía que era jugar con fuego pasar más tiempo a solas con ella, y más ahora que ya la había besado delante de su familia. Se dijo a sí mismo que todo era para guardar las apariencias. Nada más que un juego para que su madre le dejara en paz. Eso era hasta que su boca tocaba la de ella. Entonces, era como si todo y toda la gente desapareciera y sólo estuviera Paula. Apartó a un lado los sentimientos que todavía le quedaban. Había sido una tontería. ¿No había jurado, después del encuentro de los dos en la oficina de la obra la semana pasada, que no la volvería a tocar? Ella tenía mucho peligro. Y él no tenía que ser tentado más de lo que ya era. Tenían que trabajar juntos durante los tres meses siguientes. Pero no podía negar que le hacía estar dispuesto a arriesgarlo todo. Ya dentro del granero, su vista intentaba adaptarse a la tenue luz según se adentraba por el pasillo de cemento. Al final encontró a Paula al lado de la cuadra de Gypsy, canturreando y acariciando a la preñada yegua apalusa. Parecía relajada, libre de preocupaciones y atractiva. Y él la deseaba. No podía esperar más. Se volvió hacia él y dejó de sonreír, aunque él podía sentir que el deseo sexual entre ellos estaba tan encendido como siempre. La mirada de ella se ensambló con la de él.


–Pedro…


Él ignoró la vacilación de ella y la alcanzó con sus manos, la atrajo hacia sí hasta tenerla en sus brazos.


–Como me digas que no quieres que te bese, te voy a llamar mentirosa.


La arrimó más hacia su cuerpo, hasta que los dos quedaron pegados. La condescendencia de ella estuvo a punto de volverle loco.


–No deberíamos hacer esto –se quejó ella sin ímpetu.


Pedro giró la cabeza a los lados.


–Mentirosa –dijo él, justo antes de que su boca capturara la de ella. 


Al día siguiente afrontaría las consecuencias. En ese momento lo único que quería era sentirla en sus brazos. Cuando ella abrió la boca, él se deslizó dentro hasta escuchar un dulce gemido de ella. Paula rodeó con los brazos el cuello de Pedro e hizo el beso más profundo. Dando un quejido él le mostró su evidente deseo, a la vez que un apetito que no había conocido antes le recorrió el cuerpo. Puso la mano en el pecho de ella, y se encontró con el pezón erecto por encima de la blusa. Ella dió un grito ahogado y él se separó, pero en ningún momento se dejaron de mirar.


–¿Quieres que lo deje? 

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