lunes, 31 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 35

Paula se sentía algo mareada. Debía de ser el schnapps, y no la llegada arrasadora de Pedro Alfonso. Subió a su dormitorio y se miró con ojo crítico en el espejo de cuerpo entero. ¡Primero calada hasta los huesos, y luego, en bata! Su intención era parecer sofisticada y profesional, aunque tuviera un trabajo en el que podía pasarse el día en pijama si quería. A medida que fue avanzando el día y el calor se hizo notar, salió a trabajar al porche, como hacía a menudo. El día era precioso, pero le molestaba su incapacidad para dejar de echar una mirada hacia casa de Mamá. Se oía en ella una gran actividad, sierras y martillazos, pero no vió a Pedro. Deseaba acercarse y ver qué estaban haciendo, pero el orgullo se lo impidió. Cuando por fin consiguió quitárselo de la cabeza, tenía la radio puesta y oyó el anuncio de la donación de Wild Side en agradecimiento al ofrecimiento del club náutico para que se celebrase en sus instalaciones la Gala del Día de la Madre. En cuestión de una hora, recibió varias llamadas de representantes del club náutico, por supuesto no de Malena, invitándola a celebrar en sus instalaciones la Gala del Día de la Madre, insistiendo en que se haría de manera gratuita. Ya se había hecho tarde, y volvía a estar acomodada y en pijama, intentando concentrarse en ver una película. Pero que él estuviera en la casa de al lado no dejaba de molestarla. Mamá y ella solían ver una película o un programa juntas por las noches. Se sentía sola y le daba mucha rabia, lo mismo que estar evaluando su vida con un prisma diferente. ¿Cómo se había permitido llegar a ser tan aburrida? El teléfono sonó.


–Hola, Paula.


–Pedro… Iba a llamarte para darte las gracias. El club náutico me ha confirmado la reserva.


Él se rió quedamente. Ella, también.


–No me habías dicho que el coche de Mamá no tiene seguro.


–¿Para qué iba a tenerlo, si no puede conducir?


–He ido con él tres veces al pueblo a buscar materiales antes de que ella se acordara de decírmelo. ¡Me podrían haber detenido por ir sin seguro!


De la soledad a la risa que pugnaba por salir.


–En fin, que a Mamá le gustaría ver una película. ¿Podrías llevarme al centro a por una?


–Puedes usar mi coche cuando quieras.


–Gracias, lo tendré en cuenta, pero es que Mamá dice que no me deja elegir la peli si tú no estás. Que voy a traer una de esas de hombres. Ya sabes: De acción, con mucha sangre y palabrotas.


–Puaj.


–Lo mismo que ha dicho ella. Y si vas tú sola, será de esas lacrimógenas y con mucha música de violines.


–¿Y por qué no van Mamá y tú?


–Está haciendo apfelstrudel –reveló, satisfecho–, y dice que está en un momento delicado. Lo tendrá listo para cuando volvamos con la peli. Tienes que venir a por un trozo.


Era una de las órdenes de Mamá a las que no podías decir que no. Como si fuera posible decirle que no a su pastel de manzana…


–No ha dejado de cocinar desde que has vuelto, ¿Verdad?


–Pues no, porque también he ido a la compra con el coche antes de saber que era ilegal. Ha hecho schnitzel para cenar –explicó, obviamente encantado–. ¿Sabes una cosa? Vale la pena arriesgarse a acabar en la comisaría por su schnitzel. Ya tiene preparada otra lista de la compra. ¿Te importaría que parásemos a comprar un momento antes de volver?


Sí que le importaba. Le importaba muchísimo reconocer que se había estado sintiendo sola hasta aquella llamada. Que la vida pareciese vibrar de pronto con mil posibilidades, que abarcaban desde alquilar una película hasta ir al supermercado.

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