viernes, 7 de enero de 2022

Seducción: Capítulo 62

 —P.J. dice que no venderá nunca.


Pedro la había mirado con una intensidad nueva.


—Tiene que entenderlo —le había dicho él—. Tiene que vendérmelo. Sólo tengo que encontrar la manera convencerla.


Aunque él tampoco parecía muy convencido de poder conseguirlo. 


Y ahora él la estaba invitando a una cena romántica a ella, en lugar de a P.J.


—Yo no puedo ir a ningún sitio —protestó ella—. Tengo que quedarme con Joaquín.


Pedro asintió con la cabeza.


—Tranquila, estará con nosotros.


Paula lo miró con suspicacia.


—¿Dónde vamos?


Él arqueó una ceja.


—A ningún sitio.


—¿Qué?


—Es una sorpresa. Ya lo verás.


Con eso, salió de la habitación.


Paula suspiró, medio riendo. Cualquiera que los hubiera observado en los últimos días, habría jurado que eran amantes. Y lo cierto era que ella se sentía como su amante. Lo único que faltaba era el compromiso entre ellos y una relación física, pero nada de eso podía ocurrir mientras P.J. continuara merodeando por allí.


La llamada llegó al día siguiente, cuando Paula empezaba a prepararse para la cena de San Valentín. El laboratorio ya tenía los resultados de las pruebas de ADN, y Pedro debía reunirse con un panel de técnicos de laboratorio y representantes legales inmediatamente. Ella se quedó en el hotel, preocupada. Habían celebrado un íntimo funeral por Romina al que habían asistido también P.J. y Gustavo. Paula también quiso llevar a Joaquín, para que alguien pudiera contarle en el futuro que había asistido a una ceremonia en honor de su madre, incluso si entonces no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. Y ahora estaban a punto de averiguar si Joaquín se quedaría con Pedro o no. Nerviosa, se metió en la habitación del niño y lo observó dormir. Si tenían que entregar, no podría soportarlo. 


Oyó volver a Pedro y corrió al salón. Tan sólo con verle la cara supo todo lo que necesitaba saber. Los resultados eran positivos. Con un grito de júbilo, Paula corrió hasta él y él la alzó en el aire, mientras los dos reían de felicidad y ella también lloraba de alegría. Era el mejor momento que había tenido en muchos años. Entraron en la habitación de Joaquín, y Pedro miró al niño que llevaba el legado de su hermano. Por fin podía dejar que su corazón se llenara de amor por él. Fue verdaderamente un día muy especial.


—Lo primero que tengo que hacer es llamar a mi madre —dijo.


—Ahora no —protestó ella—. La diferencia horaria.


—A ella no le importará —le aseguró él—. Y menos cuando conozca el motivo.


—¿Sabe que hay un bebé?


—Todavía no. No quería que se hiciera ilusiones, así que no se lo conté —Pedro sonrió—. Esto es increíble, ¿Verdad? Casi no me lo puedo creer.


Paula estaba feliz y no quería pensar que aquello podía ser el final para ella y su relación con Pedro. Ya lo pensaría al día siguiente. De momento, prefería disfrutar de la buena noticia.


—Ahora sí que tenemos algo que celebrar —dijo Pedro. 

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