lunes, 10 de enero de 2022

Seducción: Capítulo 69

Era casi un alivio estar de nuevo trabajando en la cafetería, con las mismas rutinas y las mismas personas de siempre. Un lugar normal y corriente, y unas gentes normales y corrientes, igual que ella. Era de nuevo su mundo, donde tenía que estar.  Todos los diamantes y todos los lujos del mundo eran para otras personas, no para ella. Agustina por supuesto se enfadó con ella.


—Bueno, todavía tienes a Gustavo —le recordó cuando Paula le dijo lo que había ocurrido.


—¡Oh, Agus, por favor! Gustavo está coladito por P.J. Tienes que ver cómo la mira.


—Pero si ella se va con Pedro…


—No, no funcionaría. Además, P.J. no quería formar una familia con Pedro. Lo único que quería era ser su esposa por todos los privilegios y el dinero que tiene, pero sin aceptar ninguna responsabilidad. Lo dejó perfectamente claro. Y si quieres que te diga la verdad, creo que prefiere a Gustavo. Es más fácil de mangonear.


El primer día de trabajo en la cafetería Paula no dejaba de mirar a la puerta, esperando ver a Pedro de un momento a otro. Pero él no apareció, ni aquel día ni al día siguiente, y llegó a la conclusión de que debía de haberlo soñado todo. A lo mejor Pedro Alfonso ni siquiera existía. Y quizá Joaquín no era más que una manifestación de su dolor. Había estado tan segura de que nunca volvería a enamorarse, de que nunca dejaría que ningún hombre le robara el corazón, pero al conocer a Pedro se había olvidado de todo y se había enamorado de él. Ahora estaba de nuevo como al principio, pero con una nueva grieta que le atravesaba todo el corazón. Con suerte, habría aprendido algo, pero ¿Por qué aquellas lecciones tenían que ser tan dolorosas? El cuarto día, estaba recitando los postres a un vaquero cuando una mujer mayor entró en la cafetería. Al principio Paula no la reconoció, pero enseguida se dio cuenta de que la había visto antes, y por un momento pensó que sería una estrella de cine o de la televisión. Hasta que se dio cuenta de que era la madre de Pedro.¡La madre de Pedro! ¿Habría ocurrido algo? Pero no, la mujer no parecía preocupada, sino todo lo contrario, estaba muy calmada. Se acercó al mostrador y se sentó.


—Hola —dijo mirando a Paula.


—Señora Alfonso —le saludó Paula casi sin aliento, secándose las manos en el delantal.


—Me has reconocido —sonrió la mujer. 


—Por supuesto. Yo soy…


—Paula Chaves. Sí, lo sé —le tendió la mano y se la estrechó—. Tenía que venir a saludarte y darte las gracias por todo lo que hiciste para ayudar a mi nieto en su nueva vida.


—Para mí fue un placer. ¿Cómo está?


—Maravillosamente. No podríamos ser más felices.


—Me alegro mucho.


Las dos mujeres se sonrieron.


—Estoy segura de que le encantaría volver a verte.


La sonrisa de Paula se desvaneció.


—A mí también me encantaría verlo, pero no creo que sea una buena idea.


—Lo entiendo. La separación siempre es muy dura.


—Sí.


La señora Alfonso pidió un trozo de tarta de chocolate y un vaso de leche. Paula se preguntó si era eso lo que solía pedir de niña cuando iba a la ciudad. Pero la cafetería se estaba llenando de clientes y Paula no tenía tiempo para seguir hablando con ella. Un rato después, cuando levantó la mirada, la señora Alfonso se había ido. 

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