lunes, 3 de enero de 2022

Seducción: Capítulo 54

 —Al menos ahora sé por qué apareciste por error en mi vida —dijo Paula esbozando una sonrisa.


—El destino —dijo él—. El destino puede ser…


—No lo digas delante del niño —le interrumpió ella poniéndose en pie con Joaquín en brazos para llevarlo a la cuna.


—Paula, Paula —dijo él arrastrando sensualmente la voz—. ¿Cuánto hace que un hombre no te hace el amor apasionadamente?


Ella lo miró de soslayo.


—Hace tanto tiempo que ni siquiera estoy segura de qué significa eso. 


—Deberíamos rectificar esa situación —dijo él con una sonrisa en la voz, pero también con un interés y un deseo que la hizo estremecer.


—No, gracias —dijo ella volviéndose para marcharse.


Riendo suavemente, Pedro se levantó y la siguió.


—Olvidé decirte que P.J. y Gustavo vendrán a cenar.


—Oh. ¿Abajo en el comedor?


Paula pensó que probablemente preferirían estar lejos del niño, para tener una cena tranquila. Pero a ella no le importaba. Casi prefería quedarse en la habitación cuidando de Joaquín. No necesitaba compañía.


—No —dijo él—. En realidad P.J. quiere demostrar a Gustavo que sabe cocinar, así que va a preparar algo maravilloso en la cocinita.


Paula se volvió y lo miró sin poder creerlo.


—¿Qué?


—Al menos eso dice —Pedro sonrío—. Afortunadamente, tenemos servicio de habitaciones.


Paula sacudió la cabeza.


—No sé por qué me da la sensación de que vamos a necesitarlo. 


Pero Paula se equivocó. P.J. resultó ser una maravillosa cocinera, para sorpresa de al menos dos de los invitados. La joven preparó varios platos de entremeses y picoteo, entre los que había canapés de filet mignon, galletas de centeno con salmón y queso fresco, canapés de cruasanes con exquisito paté de foie, colas de langostinos rebozadas, tostadas calientes con tomate y mozarella y algunas cosas más, todas deliciosas.


—Aperitivos —comentó Pedro sin entusiasmo cuando ella sacó los platos.


Pero en cuanto empezó a comer, los únicos sonidos que se oían eran suspiros de éxtasis.


—Como ves —dijo P.J. a Gustavo, quitándose el delantal—, sé cocinar. Y eso en una cocina que no tiene prácticamente de nada.


En realidad, su objetivo era convencer a Gustavo de que podía ayudarle a preparar sus fiestas. Cuando éste probó la comida, quedó totalmente convencido.


—Contrátala —dijo Pedro con la boca llena de langosta—. Es un genio en la cocina. Esto está buenísimo.


—Mi intención no es que me contrate —se apresuró a corregirle P.J.—. Yo el único que quiero que me contrate aquí eres tú, y ya lo sabes.


Pedro miró a las dos mujeres, primero a P.J. y luego Paula, y refunfuñó para sus adentros. P.J. era muy guapa, a su estilo. Un estilo muy exagerado, de labios rojos y carnosos, senos agresivos y caderas balanceantes, con una melena pelirroja tan tentadora como los sensuales movimientos de su cuerpo curvilíneo. 

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