lunes, 3 de enero de 2022

Seducción: Capítulo 52

Paula se dejó caer en el sofá a su lado. Apoyó las piernas en la mesa de centro y sentó a Joaquín sobre ellas. El pequeño se echó a reír y los dos juguetearon con él durante un rato. Después miró a Pedro.


—¿En serio estás pensando en casarse con ella sólo por el rancho?


Le parecía un poco exagerado.


—Sí, ya lo creo que sí.


Fue como si le atravesaran el corazón con una navaja, aunque ella sabía que no debía afectarle.


—¿Por qué?


Pedro la miró, con determinación.


—Por mi madre.


Se lo había dicho antes, pero a ella todavía le costaba creérselo.


—¿Tu madre te dice con quién debes casarte?


—No —Pedro negó con la cabeza—. No lo entiendes.


Paula se encogió de hombros.


—En eso tienes toda la razón.


—Está bien. Intentaré explicártelo.


—Por favor.


Tras una breve pausa, Pedro empezó a hablar. 


—Mi hermano, Leonardo, el que murió recientemente, era el mejor.


Moviéndose inquieto y echándose hacia delante, Pedro apoyó los codos en las rodillas y la cabeza en las manos. Estaba inquieto y Paula tuvo que resistir el impulso de estirar la mano y acariciarle el pelo para tranquilizarlo.


—Leonardo lo hacía todo bien. Era campeón de esquí y un nadador de primera. Bailaba como Fred Astaire y cantaba como Caruso. Era inteligente, y un lince para los negocios. Convirtió un par de cafeterías que dejó mi tío al morir en una cadena de restaurantes con establecimientos por toda Europa. Era guapo y cariñoso, siempre que se encontraba con alguien lo primero que hacía era sonreír —se le quebró la voz, pero continuó—: Era perfecto.


A Paula se le hizo un nudo en la garganta.


—Su pérdida fue una gran tragedia.


—Sí —Pedro se aclaró la garganta, y la miró con ojos nublados—. Pero para mi madre fue mucho más que una tragedia. Fue el final de su vida.


Paula sacudió la cabeza, sin entender.


—Pero todavía te tiene a tí.


Pedro asintió, aunque en su expresión seguía habiendo angustia.


—Sí, por supuesto, pero es que para ella Leonardo era… —se interrumpió y desvió la mirada. Continuó cuando por fin recuperó la voz—: Leonardo era el mayor, y mi madre y él tenían un vínculo muy especial. Leonardo fue quien le ayudó a superar los momentos más difíciles de la separación matrimonial. Entonces yo era demasiado pequeño para entender lo que estaba ocurriendo, pero Gino fue el hombro en el que ella se apoyó cuando mi padre la dejó. Por eso siempre decía que sin él no habría podido sobrevivir.


Paula frunció el ceño. No acababa de entenderlo. ¿Acaso le estaba diciendo que su madre amaba a su hermano más que a él? Porque si así era, tampoco podía escuchar en su voz amargura ni resentimiento, sino que parecía aceptarlo por completo.


—¿Me estás diciendo que el comportamiento de tu madre no te dolía?


Pedro levantó la cabeza, sorprendido.


—¿Dolerme? Por supuesto que no. Yo sentía por Leonardo lo mismo que ella. Era mi mejor amigo. Era mi ídolo, mi mentor, mi guía. Habría dado mi vida para salvar la suya. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario