miércoles, 26 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 25

 –¡Ay, Pedro, qué sentido del humor tienes! Pero si yo siempre te he adorado. Mis chicos, que tengo dos niños, no quieren llevar otra cosa que no sea Wild Side. Si no lleva el simbolito ese de la canoa naranja, ni se lo prueban.


No quiso que se le notara lo que le fastidiaba que su marca fuera la elección de los snobs que vivían en el lago.


–¿Qué te trae por aquí? –ronroneó.


Por encima del hombro de Malena vió a Paula agarrarse el cuello con las dos manos y hacer como si se estrangulara. Le costó Dios y ayuda controlar el temblor de los labios.


–Paula ha organizado una fiesta en honor de mi madre, y no me la perdería por nada del mundo.


Teniendo en cuenta la satisfacción que había obtenido de decirle a Paula que no pensaba asistir, el cambio de opinión le sorprendió incluso a él mismo.


–Ah, eso. No esperaba que fueras a venir por algo así. Además, ha habido un pequeño problema con el sitio, y como ella no es tu verdadera madre… Verás, el comité ha decidido revocar la autorización que le dió a Paula para la fiesta –continuó, sin plantearse siquiera lo cruel que había sido su comentario–, y como no vuelve a reunirse hasta el mes que viene, y la fiesta es dentro de unos días… Pero creo que el gimnasio de la escuela está disponible. Puedo indagar si quieres.


–No, gracias.


–No quiero que te molestes conmigo, porque en realidad es culpa de Paula. Germán Avalon es el presidente del club náutico este año. ¿Te acuerdas de él?


El desagradable recuerdo de un chaval que le lanzó una tarrina de helado medio derretida encima mientras él estaba cavando una zanja le volvió a la memoria.


–Viven un poco más adelante. Si Paula pinta de violeta la fachada de su casa, Ludmila… te acordarás de ella. Es una Polson. Pues Ludmila la tendrá enfrente todo el día. Está un poco molesta. Bueno, mucho. Y con razón. Y eso fue antes de la solicitud de recalificación. En fin… ha sido un placer verte.


No respondió, como también intentó no mirar a Paula, que tenía los ojos bizcos, la lengua colgando fuera de la boca y las manos aún en el cuello.


–Enhorabuena por el éxito de tu empresa. Sé que a Diego le encantaría conocerte si tiene ocasión. Los viernes suele haber un cóctel en el club antes de la cena.


Paula se dejó caer de rodillas y se tambaleó hacia delante y hacia atrás, sin quitarse las manos del cuello.


–¿El club?


–Sí, ya sabes. El club náutico.


–Ah, ya. El que le ha denegado el alquiler a Paula para celebrar la fiesta en honor de mi madre.


–Oh –con esfuerzo, ya que se había borrado las líneas de expresión con Botox, Malena compuso una mueca de conmiseración–. Si quieres, pásate el viernes y habla con Diego. A lo mejor puede usar sus influencias.


Paula se dejó caer de espaldas, boqueando como un pez fuera del agua.


–¿Qué Diego?


–Diego. Diego Johnson. ¿Te acuerdas de él?


–Vagamente.


Recordaba perfectamente haber estrellado su puño en la cara de un tal Diego que se atrevió a hablar de su herencia.

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