lunes, 10 de enero de 2022

Seducción: Epílogo

Empezaron planeando una boda sencilla y pequeña, pero enseguida se convirtió en algo monstruoso con más de doscientos invitados. Menos mal que conocían una buena empresa de catering. Decidieron celebrar el acontecimiento en el rancho, que había cambiado considerablemente aunque la vivienda principal continuaba en obras. El camino de entrada que llegaba hasta la casa estaba flanqueado por árboles recién plantados y las extensas praderas que se abrían a ambos lados habían sido convertidas en amplios jardines de césped donde se hicieron los preparativos para la ceremonia. Las mesas con manteles blancos decoradas con jarrones de plata y tulipanes daban al lugar un aspecto mágico. La ceremonia fue bastante breve, pero muy emotiva, y después llegó la recepción, a la que también asistió Joaquín, al menos durante un rato, ganándose las alabanzas y caricias de buena parte de los invitados. Paula llevaba un vestido sencillo sin mangas con perlas incrustadas y el pelo recogido en un moño alto. Al cuello, el collar de diamantes que le había regalado Pedro el día de San Valentín. La comida fue espectacular, o al menos eso fue lo que le contaron. Entre saludar a los invitados y atender a Joaquín, Paula apenas no tuvo tiempo de probar prácticamente nada.


—¿No crees que has encontrado una nueva gallina de los huevos de oro? —preguntó a P.J., la responsable de todo el banquete.


—Eso, sí, recuérdamelo —le espetó P.J.—. Tú has ganado y yo he me he quedado con las ganas —pero sonrió para dulcificar sus palabras, y añadió—: No me importa. Debo decir que esto es mucho mejor. Me encanta tener a un hombre que me adora.


Paula asintió.


—Eso es cierto —dijo, mirando a Gustavo que estaba comprobando el pastel de bodas.


—Sí, y a tí el tuyo también, ¿No? 


Paula no podía estar más de acuerdo. Sonrió a Pedro, que estaba tratando de librarse de alguien para acercarse a ella, aunque parecía costarle. Su madre se acercó a él, y esta vez Pedro le dedicó toda su atención.


—Hola —dijo a Agustina al verla llegar junto a ella.


—Hola. ¿Te das cuenta de que, de no ser por mí, nunca hubieras conocido a Pedro? —preguntó su amiga—. Creo que me merezco un homenaje. Una placa conmemorativa estaría bien —añadió con una sonrisa.


—Tienes que reconocer que todo ha salido a pedir de boca — respondió Paula.


—Sí, aunque hubiera preferido tenerte a tí en la familia, en vez de a P.J. —comentó Agustina con un suspiro.


—Eh, P.J. es una buena chica, y desde luego no me negarás que sabe cocinar.


—Eso sí que no te lo pienso discutir.


Paula se volvió. Una de las jóvenes del vecindario que habían contratado para servir el banquete estaba tirándole del vestido.


—Perdone, señora Alfonso —dijo.


A Paula le encantó oír su nuevo nombre por primera vez.


—¿Sí?


—Ha ocurrido algo en el granero. Se ha roto algo. Me han dicho que venga en seguida.


—Oh, cielos.


En el granero era donde guardaban casi toda la comida. Miró a su alrededor, pero no vió Pedro. Tendría que ocuparse ella sola, y más valía que se diera prisa. Recogiéndose el vestido, fue con pasos apresurados hasta el granero y entró. En cuanto hubo entrado, la puerta se cerró tras ella con cerrojo y quedó sumida en la penumbra.


—¿Qué pasa?


Notó cómo alguien la tomaba del brazo y enseguida se vió arrastrada en los brazos de su nuevo marido.


—¡Pedro! 


—No podía esperar más —dijo él llenándola de besos—. Eres la novia más preciosa que he visto en mi vida. Estás tan guapa que me entran ganas de comerte.


—¿Ah, sí? —dijo ella entornando los ojos—. A mí no me importaría, pero en este momento no va a poder ser. Tenemos que cortar el pastel y abrir baile…


Pedro dijo algo en italiano y empezó a quitarle el vestido. Suspirando, Paula se rindió. El pastel y el baile tendrían que esperar. En aquel momento el amor tenía la prioridad. 






FIN

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