miércoles, 26 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 24

 –¡Hubo una pareja que desembarcó de la canoa y se puso a comer en mi césped!


–Qué horror, sí.


«Vamos, Paula», pensó, haciendo causa común con ella. «¡Tú puedes hacerlo mejor!».


–No pienso pasarme otro verano explicándole a la gente lo que es una playa privada.


–Es que eso no existe –respondió con calma–. Tu parcela llega hasta la línea de la marea, que en tu caso queda a un metro escaso del cenador. Esas personas tenían todo el derecho de quedarse a comer ahí.


Pedro sintió un orgullo no deseado. Esa información se la había dado él años atrás, cuando había tenido que enfrentarse a gente como Malena, que pretendía ser la dueña de las playas.


–Espero que eso no se lo hayas dicho a ellos…


–No. Lo tengo impreso en el folleto que les entrego al alquilar la canoa –espetó–. Bueno, a eso no he llegado, pero ¿No crees que podríamos compartir el lago con quienes vengan a conocerlo?


A la buena de Malena, tan perfectamente peinada, estuvo a punto de darle una apoplejía ante la posibilidad de compartir su lago.


–¡Te advierto que este año no vas a andar repartiendo por ahí esos folletos tuyos! ¡Ni lo sueñes! Vas a necesitar un permiso para tu negocio, y no lo vas a conseguir. ¿Y quieres saber otra cosa? Que ya te puedes ir olvidando del club náutico para tu evento.


–Ya he depositado la reserva –respondió, molesta.


–Me ocuparé de que te la devuelvan.


–¡Pero si tengo a más de cien invitados, y solo faltan dos semanas!


Su voz había adquirido un tono de súplica.


–Es a lo que vas a tener que enfrentarse, aunque intentes cambiar de sitio. Esta zona es residencial. Siempre lo ha sido y siempre lo será.


–Es por eso, ¿Verdad? Todo se reduce a eso.


–Cuando por fin no teníamos que soportar el interminable desfile de delincuentes que entraban y salían de casa de tu vecina, ¿Vas y haces esto?


Ya había oído suficiente.


–Paula –saludó, haciéndose notar–, ¿Va todo bien?


Paula se dió la vuelta. Le brillaban los ojos. Ojalá fuera él la única persona que supiera que estaba a punto de echarse a llorar. Creyó que iba a enfadarse por encontrarlo allí, pero lo que vió en sus facciones fue alivio. A pesar de la valentía con la que se estaba defendiendo, por alguna razón parecía desbordada. Quizás porque el ataque provenía de una mujer que antes era amiga suya.


–Te acordarás de Malena –se la presentó, cuando en realidad lo que a él le habría gustado era que la hubiera echado de allí.


Malena lo estaba mirando con malicia. ¡Dios, cómo recordaba esa mirada! La primera vez que salió con Paula en público, a tomar un helado en el centro, se la encontraron, y la expresión despectiva de sus facciones huesudas era la misma.


–Yo te conozco –dijo, llevándose un dedo de manicura roja y perfecta a los labios.


Esperó a que lo reconociera, a que su desprecio se acentuara. Pero cuando supo quién era, toda su expresión corporal cambió, y con una sonrisa se acercó a él, agarrándole un brazo y mirándolo a los ojos.


–¡Claro! Pedro Alfonso. Tú eres el dueño de Wild Side, ¿No?


Aquel momento debería resultarle muy grato, sobre todo estando delante de Paula, pero lo que sintió fue incomodidad, aunque duró poco porque ella, que había quedado un paso por detrás de Malena, lo miró e hizo una mueca como si vomitara.


–Soy uno de los delincuentes que entraban y salían de la casa de al lado, y el vándalo que tuvo la desfachatez de pasar ante tu casa, e incluso de comer en tu playa.


Malena se echó a reír con entusiasmo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario