miércoles, 12 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 4

 –No hay nada de qué hablar –espetó en tono gélido–. Tengo toda la información que querías darme. Una gala el Día de la Madre en honor de la mía por toda una vida de trabajo y por su ochenta cumpleaños. Lo que se recaude irá a parar a sus obras benéficas. Ella ya sabe de la gala y de que se pretende recaudar fondos, pero no sabe que es en su honor, y bajo ningún concepto tiene que enterarse.


En realidad, la recaudación era para su propia obra benéfica, pero es que Ana estaba en el corazón de ese sueño. En el peor momento de su vida, había acudido a Mamá Ana y ella la había recibido con los brazos abiertos.


–Cuando sientas tanto dolor que creas que no lo vas a poder soportar, liebling, debes dejar de pensar en tí misma y pensar en los demás.


Mamá Ana había seguido su propio consejo con ella, animándola, manteniendo encendido el fuego cuando había quedado reducido apenas a un rescoldo. ¿Y no era una ironía deliciosa que ahora fuera ella a beneficiarse de su propio consejo?


–El segundo sábado de mayo –dijo, aburrido–. Cena formal en el Chaves Beach Yatch Club.


Su voz estaba cargada de desdén y se imaginó la razón.


–Ah, ya veo por qué te molesta la elección. Más de cien personas han confirmado ya su asistencia y espero que lo hagan algunas más a lo largo de la semana que viene, y el club es el único sitio en el que cabe tanta gente.


–Aún recuerdo cuando no era lo bastante bueno siquiera para servir sus mesas.


–Tú jamás pediste ese trabajo.


Aun siendo joven, llevando vaqueros de segunda mano y siendo uno más de la larga lista de muchachos de acogida que habían encontrado refugio en casa de Mamá Ana, Pedro se comportaba como lo haría un rey, derrochando orgullo y autoestima, ofendiéndose con la más mínima provocación y escondiéndolo todo tras su encantadora sonrisa.


–Cuando te graduaste, estuviste trabajando para el ayuntamiento, haciendo zanjas para la nueva red de alcantarillado.


–No fue el más noble de los trabajos, pero sí honrado. Y real.


Noble o no, recordaba perfectamente lo que sentía tocando sus músculos, cómo había disfrutado acariciándolo, sintiendo su fuerza bajo las manos.


–Lo llevamos en la sangre en mi familia –repuso, tomando su silencio como una crítica–. Mi padre abría zanjas también. De hecho lo llamaban Horacio Zapa.


Saberlo fue todo una sorpresa. Conocía a Pedro desde que llegó a vivir en la casa de al lado de la suya. Tenía catorce años entonces, uno más que ella, y cuando sus caminos se cruzaban, tenía la costumbre de atormentarla y tomarle el pelo incansablemente, y de tomarse el silencio en que solía sumirse en su presencia como signo de esnobismo por pertenecer a una familia rica, en lugar de verlo como lo que en realidad era. Curiosidad. Asombro. Tentación. Nunca había conocido a nadie como él, ni antes ni después. Independiente. Atrevido. Alejado de los convencionalismos. Valiente. Recordaba haberlo visto pasar por delante de su casa solo en su canoa, cargado con material de acampada, y más tarde ver su fuego al otro lado del lago, en una zona boscosa y despoblada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario