lunes, 10 de enero de 2022

Seducción: Capítulo 66

Porque quería ayudarlo. Porque estaba preocupada por él. Porque…, Y eso ya no lo podía seguir negando, estaba enamorada de él. Sí, era cierto, y debía reconocerlo al menos para sí misma. Se había enamorado del hombre contra quien había jurado endurecer su corazón desde el principio. Qué tonta había sido. Volviendo la cabeza, contempló en silencio el rostro masculino, y parte de la recriminación que se había hecho se desvaneció. Era tan guapo, tan bueno, tan adorable que… ¿Cómo podía haber evitado enamorarse de él? Especialmente cuando él le tomó la barbilla con la mano y empezó a besarle la boca mordisqueándole levemente los labios una y otra vez, con un hambre y una urgencia que la desarmó aún más. En cualquier otro momento lo habría apartado. En cualquier otro momento habría protestado. Pero Pedro ya no iba a casarse con P.J., por lo que ella podía dejarse llevar por la tentación aunque sólo fuera unos minutos. La sensación era demasiado maravillosa. Pedro le sujetó la cabeza con las manos y sus besos fueron haciéndose más intensos y más apasionados. Alzando los brazos, Paula le hundió los dedos en el pelo y arqueó los senos hacia él. Él era tan masculino, y ella tan femenina, que juntos se vieron atrapados en una danza tan antigua como la vida. Todo su cuerpo empezó a relajarse primero y después a vibrar de placer. Paula quería las manos de Pedro en el pecho, y los labios también. Quería sentirse aplastada bajo el cuerpo firme y duro. Lo quería todo. Entonces sonó el teléfono. Por el momento, ella creyó que Pedro lo ignoraría y le haría el amor, eso era lo que quería ella, y él también. Pero en el fondo sabía que tenía que ser su madre. Reuniendo todas sus fuerzas, se echó hacia atrás y lo hizo volver a la realidad.


—Tiene que ser tu madre —dijo ella jadeando, cerrándose la ropa—. Será mejor que contestes.


—Le llamaré más tarde —murmuró él, besándola de nuevo.


—No, Pedro. Si no contestas ahora, después te odiarás. 


Pedro necesitó un minuto para recuperar la cordura, pero cuando lo hizo, se levantó y descolgó el teléfono. Sentada en el sofá, Paula sonreía mientras escuchaba la conversación, más de la mitad en italiano, pero que entendió perfectamente. Cuando él le habló de Joaquín, la alegría al otro lado del Atlántico era innegable. Por suerte, la llamada de su madre les había interrumpido. Si no, lo más probable era que hubiera hecho el amor con Pedro. Ahora se alegraba. Sería una locura hacer el amor con un hombre, por mucho que lo amara, sin que hubiera un plan o un compromiso entre ellos, y ella no lo tenía. Por eso decidió darle un último beso y marcharse a la cama, sola. Suspirando, se volvió y se dispuso a hacer precisamente eso. 

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