lunes, 31 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 33

 –Creía que esos días formaban parte ya del pasado – argumentó–. Además, tú nunca participaste.


–No.


–¿Por qué?


–Porque tenía la sensación de que no encajaba.


Era una admisión que no se esperaba de él porque se trataba de algo real, y fue la segunda sorpresa de aquella conversación. Le había contado más de sí mismo en aquellos últimos diez minutos que en todo el tiempo que pasaron juntos.


–Pues no lo demostraste nunca. ¡Parecías tan seguro de tí mismo! Todo el mundo pensaba que eras tan genial, tan valiente, en cierto modo. Atrevido. Si llevabas unos vaqueros con un desgarrón en la rodilla, la mitad del instituto te lo copiaba a la semana siguiente.


–No es que careciera de lo necesario: La ropa, la moto… Es que la gente con la que salías era tan normal: Padre y madre, un perro, pagas, gente que desde que nacía sabía cómo iba a comportarse y qué iba a llegar a ser. Me sentía excluido de todo eso; como si nunca fuera a pertenecer a vuestro grupo. Como si siempre fuera a estar de visita.


–Espero que yo nunca te hiciera sentir así.


–No, Paula, tú no. Es más: Durante aquellas semanas…


–¿Qué? –lo animó.


Pero él hizo el movimiento que haría un púgil que quisiera esquivar un golpe.


–Nada.


Y el velo volvió a caer delante de sus ojos. Así era como ella lo recordaba: Acércate, pero no demasiado.


–Así que has acabado dándole la espalda a todas las expectativas que tenían puestas en tí, ¿No?


Sí, pero solo porque, antes de Pedro, tenía una vida y, después, le quedó otra completamente distinta.


–Puede que mi vida no sea lo que mis padres esperaban, pero yo estoy encantada. Me gusta lo que hago.


–Mamá me ha mantenido al corriente.


«Qué vergüenza», pensó Paula, y al ver él su expresión mortificada, Pedro se echó a reír.


–No te preocupes, que no me ha contado ningún rumor interesante. Solo pequeñas pinceladas aquí y allá. Me enteré de que habías abierto una librería online y que te iba muy bien.


–Ah, eso. Ya conoces a Mamá. Si te quiere, nada de lo que hagas está mal.


–¿Cómo es que están tan unidas? Cuando yo vivía aquí, siempre había una especie de barrera entre tu familia y ella, impuesta por el señor doctor. Mamá y tú eran corteses la una con la otra, y buenas vecinas, pero ni le cortabas el césped, ni le hacías reparaciones en casa.


–No recuerdo los detalles –mintió. 


Bien que los recordaba… Había corrido sobre la hierba de noche, con un dolor interior tan grande que ni siquiera se dió cuenta de que había pisado una piedra y que le sangraba un pie. La puerta de Mamá se había abierto y ella apareció en su rectángulo de luz. ¡Liebling! 


-¿Qué te pasa?


–Entonces, volvamos a la pregunta original: ¿Qué haces para divertirte?


–Mi trabajo es divertido.


–Imagino que estás de broma.


–¿Y tú? ¿Cómo te diviertes?


–Mi trabajo sí que es divertido. De hecho, he creado una empresa que precisamente trata de la diversión. Creo que las raíces de Wild Side se hunden en eso.

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