miércoles, 12 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 1

 –Alfonso Group, ¿En qué puedo ayudarle?


–Con Pedro Alfonso, por favor.


–El señor Alfonso no está disponible en este momento. ¿Desea dejarle algún mensaje?


Paula reconoció aquella voz. Era la misma recepcionista de tono inmisericorde que había tomado nota de su nombre y de su número unas trece veces en aquella misma semana. Pedro no iba a hablar con ella hasta que le diera la gana, y estaba claro que no le daba. Tuvo que esforzarse para no colgar. Habría sido mucho más fácil, pero no tenía elección.


–Se trata de un asunto familiar grave.


–No está en su despacho. Puedo ver si se encuentra en el edificio, pero tendré que decirle quién lo llama.


Aquella vez sí que notó un tono de sospecha, como si la recepcionista también la hubiese reconocido a ella, y supiera que su nombre estaba en la lista de las personas no gratas para el presidente de aquel grupo empresarial.


–Soy Ana –le dijo mientras se quitaba una mancha de pintura de color lavanda del pulgar.


–Déjeme su número y se lo pasaré cuando lo localice.


–No hay problema. Espero.


Y mientras esperaba se miró la mano con salpicaduras de pintura roja en la que sostenía una lista de nombres, todos tachados excepto uno. El nombre que permanecía libre sobresalía de entre los demás como si estuviese escrito con letras de neón. «El chico que me destrozó la vida». Pedro Alfonso. Siete años habían pasado y podía verlo tal y como era entonces, el tío más guapo sobre la faz de la Tierra, con unos ojos oscuros y risueños, una sonrisa de medio lado, un cabello color chocolate demasiado largo. Y bastó eso para que un escalofrío le recorriera la espalda de arriba abajo, y para que Paula recordara exactamente por qué aquel chico le había destrozado la vida. Solo que ya no sería un muchacho, sino un hombre. Y ella, una mujer.


–Pedro Alfonso no te destrozó la vida –se dijo en voz alta–. Solo te robó unos momentos.


«Pero qué momentos», le contestó una voz interior.


–Tonterías –se dijo con firmeza, pero aquellos días no andaba sobrada precisamente de confianza, y sintió que flaqueaba. 


Sentía como si hubiera fracasado en todo cuanto se había propuesto, y además estrepitosamente. No había ido a la universidad como esperaban sus padres, sino que se había empleado en una librería en Glen Oak, una ciudad cercana a la suya. Había trabajado hasta llegar a dirigir su propia tienda, Books and Beans, codo con codo con su prometido, pero había tenido que desprenderse tanto de él como de su parte en el negocio tras su ruptura, pública y humillante. Y había tenido que volver, lamiéndose las heridas, a Chaves Beach, a la casa que la familia tenía a orillas de Sunshine Lake. Para colmo, la casa había ido a parar a sus manos por pura caridad. Simple y llanamente. Su madre, viuda desde hacía tiempo, se la había regalado antes de casarse y trasladarse a California con la excusa de que llevaba generaciones en la familia Chaves y que así debía seguir.

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