lunes, 31 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 34

 –Entonces, también tu trabajo es tu modo de divertirte.


–Touché. Pero me encanta bajar por aguas bravas con el kayak. Es muy físico, y requiere concentración absoluta. Me hace sentirme más vivo que cualquier otra cosa que haya hecho en mi vida.


Pero un recuerdo apareció como un relámpago ante los ojos de Pedro, y fue como si ella también pudiera verlo: Tumbados en la arena, uno al lado del otro, con la luz de la luna coloreándolos, sintiéndose más vivos que nunca. O que después.


–Supongo que eso es lo que te estoy preguntando, Paula. ¿Qué te hace sentir así?


–Así, ¿Cómo? –balbució.


–Como me siento yo en un kayak. Vivo. Completamente concentrada. Con toda tu intensidad puesta en ese momento. ¿Qué te hace sentir así?


Si no contestaba, pensaría que era una fracasada. Y en ciertomodo, se sentía así.


–Tengo algo –confesó a regañadientes–. Hace que me sienta viva, aunque a tí no te parecerá divertido.


–Prueba.


–Hoy no.


Contárselo la dejaría demasiado vulnerable.


–Bébete el schnapps y volveré a preguntártelo.


Entró en la cocina a por un vaso, se sirvió el licor de Mama y volvió al salón. Una vez allí, apuró el vaso.


–Bien –dijo él–. ¿Qué haces para divertirte, Pauli?


–Ya lo sabes –le contestó–: trabajar. Y ahora, fuera, que tengo mucho que hacer hoy.


Él la miró fijamente. «Fuera». Ojalá hubiera empleado otra palabra.


–Volveré –dijo, al darle la espalda.


–Me lo temía –murmuró mientras lo veía alejarse.


Aunque se ordenó no hacerlo, aunque sabía que no debería, se quedó viendo cómo cruzaba el jardín hacia casa de Mamá. Iba silbando, y la melodía le llegó por la puerta abierta, mezclada con el perfume de los árboles, y le recorrió la espalda. El rebelde. La palabra encarnaba en sí misma una advertencia, pero no podía sino reconocer que se sentía viva como no lo había estado en mucho, muchísimo tiempo. Pedro cruzó la hierba pensativo. Había algo muy diferente en Paula. ¿Qué la habría hecho cambiar? Parecía haber adquirido el estatus de marginada en el grupo de chaves Beach, lo cual le resultaba increíble, casi tanto como que anduviera segando hierba, reparando suelos o alquilando canoas. Y ese extrañamiento de la comunidad, ¿sería por decisión propia, o de ellos? En su fuero interno había una mujer que quería pintar su casa de malva, y que seguramente acabaría por no hacerlo. Si alguien no lo remediaba. Él iba a ser el hombre que Mama esperaba que fuera, y antes de marcharse, ayudaría a Paula a divertirse un rato.

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