miércoles, 12 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 2

Y aunque tenía su lógica, y el momento no había podido ser más providencial, tenía la sensación de que lo que en realidad pensaba su madre era que no habría podido salir adelante sin su ayuda.


–Pero tengo un sueño –se recordó. 


A pesar de sus fracasos, en aquel último año había desarrollado un proyecto y, por encima de todo, se había sentido necesaria por primera vez desde hacía mucho tiempo. Le molestaba tener que recordárselo mientras tamborileaba con los dedos y escuchaba la música que le ofrecía la línea en espera. Había empezado a tararear la canción sin darse cuenta. Era un tema que trataba de un rebelde, y que ella siempre había asociado con Pedro; la historia de un muchacho que lo arriesgaba todo excepto su corazón. Ese era el retrato exacto de Pedro Alfonso. ¿Quién habría podido imaginarse que el renegado de Chaves Beach, el chico malo, iba a acabar siendo la cabeza visible de una empresa millonaria que fabricaba los archiconocidos productos Wild Side? Inesperadamente la música se detuvo.


–¿Mama?


La voz de Pedro sonaba preocupada y era más grave que cuando los dos eran jóvenes, pero tenía esa misma cadencia grave y sensual que le provocaba escalofríos por la espalda. Cuando más necesitaba reafirmar su confianza no era momento para recordar la imagen que aparecía en su página web y que había dado al traste con la esperanza de que el tiempo le hubiera arrebatado el pelo o añadido panza. Pero no. La instantánea mostraba al fundador de Wild Side a bordo del nuevo kayak que habían lanzado al mercado, cabalgando la espuma del agua que caía entre dos piedras. Pedro había sido capturado en toda su gloria de hombre. Llevaba un chaleco salvavidas, también producto de su empresa, que revelaba la considerable anchura de sus hombros, los músculos perfectos de sus bronceados brazos que brillaban por efecto del agua. Más guapo que nunca, obviamente en su elemento, sus ojos oscuros miraban con intensidad y apretaba los labios en una expresión de tremenda concentración y determinación formidable. A lo mejor estaba calvo. Llevaba casco en la foto.


–¿Mamá? –repitió–. ¿Qué pasa? ¿Por qué no me has llamado por la línea privada?


Ya se esperaba algo así. En su cabeza se había planteado todas las posibles líneas de aquella conversación. Pero no se había imaginado que su memoria fuese a jugarle la mala pasada de materializar ante sus ojos a un Pedro Alfonso más joven saliendo del lago al pantalán, su cuerpo bronceado y perfecto, el agua recogiéndose en las líneas de sus músculos, mirándola con la sonrisa en los labios y en los ojos.




–¿Me quieres, Pauli?


Pero nunca «Te quiero, Pauli».


Aquel recuerdo endureció la determinación de no mostrarse vulnerable con él. Era un hombre extraordinariamente guapo que utilizaba su atractivo de un modo cruel, como hacían muchos de los hombres conocedores de su belleza.


–No, lo siento. No soy Ana.


Hubo un largo silencio al que servía de telón de fondo una algarabía tremenda, como si se estuviese celebrando una fiesta.


–Vaya, vaya –le oyó decir. Por lo menos no le había colgado–. Pero si es la pequeña Paula Chaves. Espero que sea importante. Estoy empapado.


–¿En el trabajo? –no pudo evitar preguntar.

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