viernes, 28 de enero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 28

 –Sí. Los niños snobs de Malena ya no van a ser tan exclusivos, y a no ser que me falle mucho el ojo, vuelves a tener el salón del club a tu disposición.


–Pero si tú odias ese sitio.


–Siempre acaba gustándome lo que me dicen que no puedo tener.


La vió cruzarse de brazos y sus ojos volvieron a brillar.


–No me refería a tí.


–No nos engañemos. Eso era parte del atractivo. Romeo y Julieta. El chico malo y la niña buena. Verte pasar de oruga a mariposa.


–Creo que en mi caso no era así –contestó, despacio–, pero no quiero seguir con esta conversación.


Y se irguió como lo hacía antes de que él le enseñara que no se iba al infierno por decir alguna que otra palabrota.


–Tengo que vestirme.


–Y yo tengo que darte esto. Entrega especial –anunció, entregándole el sobre del dinero–. ¿Qué era eso de la recalificación?


Paula no hizo caso del sobre.


–Tiene que ver con las canoas. Hay que recalificar los terrenos para poder tener un negocio.


Pero ya no le miraba, y a Pedro le sorprendió darse cuenta de que estaba siendo evasiva. ¿Qué tenía que ver el alquiler de canoas con el hecho de que se hubieran librado al fin de los delincuentes de la casa de al lado? Aunque no podía olvidar que se trataba de Malena, semejante salto en la lógica de un argumento no podía ser una torpeza suya.


–Puedo ofrecerte los servicios de un abogado si lo necesitas.


–No necesito que me arregles nada. Ya te he dicho que no ando buscando héroe.


–Quédate con tu dinero.


–No. Y te recuerda que estás en mi casa sin haber sido invitado.


–O sea, que te salvo de morir ahogada, y de Malena, y tu gratitud apenas dura unos minutos…


–¡Vaya, hombre!


–Cualquiera podría entrar en tu casa sin haber sido invitado. Si echases la llave a la puerta…


–¡Ni se te ocurra decirme lo que tengo que hacer! Aquí no estamos en la ciudad, y nadie se presenta aquí después de un montón de años intentando jugar al hermano mayor. Sobre todo porque no lo necesito.


Resultaba evidente, por lo que acababa de ver, que necesitaba algo o a alguien en su campo. Aun así, él estaba tan poco dispuesto a hacer de hermano mayor como ella lo estaba a ponerlo en ese papel. Pero si era eso lo que hacía falta hacer para ser un hombre mejor, lo haría. Y nada de mirarle a los labios, ni a la abertura de la bata, cuyo escote se había abierto lo bastante para ofrecer la tentadora curva de un pecho deliciosamente desnudo.


–Puede que Chaves Beach no sea la gran ciudad –se explicó, cerrándole las solapas de la bata–, pero tampoco es el cuento en el que tú te empeñas en creer.


Paula le apartó las manos de un manotazo y se cerró la bata. 

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