miércoles, 1 de diciembre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 75

 –Oh, Dios mío, ayúdame.


–¿Por qué hiciste eso? Me hiciste sentirme muy sola –dijo Paula, obligándose a ser sincera.


Pedro dejó caer las manos. Por un instante, parecía que se había vuelto loco.


–No debería haberte dejado sola. ¿Cómo pude ser tan estúpido? Paula, mi amor, ya te dije que no entendía a las mujeres. No te habría hecho daño por nada del mundo. Pero pensé que quizá necesitaras tener tu espacio…


–¿Por qué?


–Porque eso era lo que me habían enseñado. Ya te dije que hubo una mujer hace tiempo… Yo era un estudiante ejemplar y ella había abandonado los estudios. Cada vez que la abrazaba, intentaba deshacerse de mí y me decía que estaba intentando meterme en su vida. De modo que aprendí a guardar las distancias después de hacer el amor.


–Ah –dijo Paula–. ¿Cuando eras estudiante?


Entonces no era Ivana. Pero tampoco eso importaba, teniendo en cuenta cómo la estaba mirando.


–Sí. Mis amigos te dirían que Vanesa era una manipuladora. Yo era muy joven y pensaba que ella necesitaba que la cuidaran. Y lo único que conseguí fue terminar con un montón de ideas estúpidas –parecía arrepentido–. ¿Podrás perdonarme?


Paula vaciló.


–¿Alguna vez querrás cuidarme a mí? –murmuró esperanzada.


–Por supuesto que sí. Cuando te quedaste dormida aquella noche, mientras te abrazaba, me prometí que jamás permitiría que te hicieran ningún daño. Levantarme y dejarte sola a la mañana siguiente fue una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. Pero no quería agobiarte.


–Bueno, tú ya deberías saber mejor que nadie que no es fácil agobiarme.


–Sí, lo sé –se acercó a ella–. Eres maravillosa.


Paula se quedó muy quieta. Pedro dió otro paso hacia ella. Casi se tocaban.


–Bailas como un demonio. Te encuentras de frente con la vida. Y haces el amor con todo tu corazón. Jamás había visto tanta pasión.


Paula permanecía en silencio.


–Lo necesitaba –dijo Pedro con voz queda–. Te necesitaba. Sé que soy un matemático aburrido, pero tú puedes hacerme cambiar.


Paula comenzó a sonreír. No pudo evitarlo.


–¿De verdad?


–De verdad. Cada vez que me hablabas de Manuel me entraban ganas de destrozarlo. Me alegro de que te rechazara. Pero sé que te ha hecho recelosa a los riesgos. Y realmente necesito que corras un riesgo conmigo. ¿Crees que podrías llegar a hacerlo?


Paula le tomó la mano y lo ayudó a deslizar uno de los tirantes de su vestido.


–Ya que lo mencionas…


Pedro abrió los ojos como platos y la agarró por los hombros. Paula sentía que le temblaban las manos. La ayudó a desprenderse del vestido con un incontrolado movimiento.


–Paula, mi amor… 


Ella se arrojó a sus brazos, confiada y sonriente, sin miedo al riesgo.


–¿Un tipo con suerte? –preguntó Paula.


Se reía contra sus labios mientras Pedro se tumbaba con ella en el suelo. 


–Ah, por cierto –comentó Pedro, mucho tiempo después–. Ha llegado un fax para tí.


Paula, que descansaba con la cabeza apoyada en su hombro, se irguió al oírlo.


–¿Para mí? Pero si nadie sabe dónde estoy…


–Al parecer, alguien llamado Caruso sí lo sabía. No le gusta el final del artículo que has escrito. Quiere que lo cambies.


–Pero si me ha despedido.


–Eso no es lo que dice aquí –Pedro alargó el brazo para tomar el fax que había dejado sobre su escritorio y se lo pasó.


Paula lo leyó rápidamente. 

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